Julieta Dobles.
Del libro Cartas a Camila
(Editorial Líneas Grises, Círculo de Poetas Costarricenses, San José, 2007)
Quinta carta
Noviembre, 2006
Las frutas te han abierto
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una puerta muy dulce a los sabores,
Camila, golosa duendecilla
que busca, indaga, toca, paladea
los dones de la tierra.
Exiliadas definitivamente la naranja y la piña,
escogidas suavísimas,
nunca ácidas, nunca insolentes,
como estrellas del gusto,
entran a tu cuerpecito,
a veces demasiado cálido,
ríos que diluyeran
esa guerra feroz
en tus entrañas.
La papaya, terciopelo luciente,
conforta tu sufrida digestión,
donde el calor invade tus silencios.
El melón, elixir que equilibra y refresca
tu pequeño hígado herido.
Curador antiquísimo
en las artes terrestres
de frutos y de hojas memoriosas.
La sandía y sus rojeces tan dulces,
agua de la alegría
que entusiasma tu paladar,
a veces alicaído, a veces cabizbajo,
saturado de remedios y amargores.
¿Y el mango?
Densa burbuja ecuatorial,
que hace innecesaria toda azúcar.
Y que llena tu boca pequeñita
con el claror amarillo encendido
que te fascina.
Pero entre todas ellas,
el rey es el banano.
Doquiera ves su curva apetitosa
Y su color de luz,
tu dedito lo muestra,
y tu sonrisa asoma.
Si de algún alimento
es tu salud deudora,
es esta fiesta benigna de las frutas
y su suavísimo esplendor.
Sexta carta
Febrero 2007
¡La palabra! ¡Las palabras!
Descubres las palabras, niña mía,
como quien juega y mezcla
piedrecitas azules, amarillas y blancas
salidas de algún río
antiguo y tumultuoso
que aún no puedes vadear.
Y las oyes, las imitas, las trastocas,
con esa media lengua de asombro
que va adentrándose en la gracia
de una clave sonora y deliciosa.
Juegas con las palabras como juegas
con mis pequeñas joyas,
como te asombras ante el cubo de vidrio
lleno de ángeles
y lleno de silencios.
Las sacas de tu boca
lentamente, saboreándolas,
con un esfuerzo que se premia solo.
Y al oírlas sonríes,
porque al igual que el pez de colorines
y los muñecos diminutos que duermen
en su indígena estuche
sobre mi escritorio,
te divierten, te extasían.
Y tu mente que se abre
como humana flor de asombros
intuye que serán
vida en tu vida.
Octava carta
Abril 2007
Te apasionan las cosas pequeñas,
medidas con el volumen de tu aliento.
Aquellas que tus manos revuelven y acarician
abriendo diminutas ventanas al asombro:
la polvera musical de la abuela
y su tarareo de brillos azulados,
mi agenda anaranjada con sus calcomanías
donde Mafalda irrumpe con su tropa de amigos,
que arrancas y trasladas por el solo placer
del que florece, antiguo, en sus descubrimientos.
Pero entre todas ellas,
escoges la pátina de sombras y de luces
de las fotografías familiares,
aquellas que se empeñan en fijar el pasado
con su barniz de atónitas memorias.
¿Qué verán tus ojos infantiles
más acá de las luces en sus bordes?
Desde muy pronto saludaste,
asombro sobre asombro,
a padres, tíos y abuelos con tu índice elocuente,
en medio de la niebla de colores
que el papel nos devuelve.
Y te encanta volver y repetir
sobre las mismas fotos,
tu breve y amorosa ceremonia,
como si hace siglos compartieras estrellas
con toda la familia.
Bienvenida, Camila,
quédate con nosotros.
Decimotercera carta
3 de agosto, 2007
(Camila Albán recibió un hígado nuevo el 1 de agosto, de un donante anónimo que falleció la víspera)
Corro y me apresuro, Camila,
con el corazón en la boca,
y una prisa de cielos en la calle.
Porque sé que me esperas, nietecita,
en esa cama de hospital,
bajo la niebla ambigua de la sedación.
No podré ni tomarte de las manos,
repletas de agujas y mangueras de vida.
Pero pondré mi mano sobre tu pecho,
ay, demasiado pequeño,
y sabrás que estoy aquí.
Porque aquellas canciones
que recorríamos, gozosas,
y los poemas que en mi voz repicaban
repitiendo a mi madre, estarán en tu oído.
Romperán este silencio clínico,
y su blanca mordaza.
Y las palabras te confortarán,
evocando risas y juegos y paisajes
que dejaste perdidos
cuando la muerte comenzó su acechanza.
Paz para quien en su muerte
pudo darte la vida.
Porque muerte y vida conviven, nieta mía.
Son rostros expectantes de nuestro transcurrir.
Despierta de este lado, Camila del destino,
hacia el rostro ferviente que la vida te ofrece.
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