Julieta Dobles: Poesía – Del libro “Hojas furtivas”

De palabras. Ágatas. El inventado. Sábanas por lavar.

Julieta Dobles.

Del libro: Hojas furtivas
(Editorial Costa Rica, San José, 2007)

 

De palabras

 

La palabra, tu palabra

es un barco certero hacia el deseo.

Lanza tan primitiva,

caricia tan urgente,

lindando casi con el rojo

mordisco de lo obsceno.

Tu palabra me sobresalta,

me desata, me incita.

De repente, plenamente verbal,

me humedezco de esencias germinales,

y se activan mis manos,

mi cuerpo, mi palabra también

para domar el aire con la tuya.

Tu palabra, furtiva entre mi oído,

antiguo moscardón malicioso,

me cosquillea el instinto.

Subleva mis silencios

y, exacerbada de penumbras

nos acerca y nos une

en esa vieja danza

de los cuerpos deseantes y absolutos.

Tu voz y mi voz se están amando

entrecortadas, susurrantes,

plenas de excitaciones, de turgencias,

de alientos agresivos o ternísimos,

entre un silencio despeinado y gozoso.

 Palabras que se tocan,

se muerden, se estremecen

en esa enredadera de deseos

que es sólo aire empapado y aromoso.

Hacemos el amor también con la palabra.

 

 

Ágatas

 

Ágatas en mi cuello,

tajadas de un arbusto prehistórico,

azules manos duras,

voces cristalizadas

que se vuelven monedas

trasluciendo en mi piel.

Las amo porque son

testigos de una historia

que nunca presenciamos.

Con sus capas concéntricas

de arbolillo que canta su pasado

desde el cristal sonoro.

Remotas joyas

que la Tierra devuelve de la tierra.

Descansan en mi escote

como retando al tiempo.

Así quiero tus manos:

fuertes, tibias y bellas

sobre mi cuello,

adentrándose en las profundidades

que apenas si conoces.

Presente urgencia,

brocal sin fondo

del deseo.

 

El inventado

 

Cada mañana, puntualmente,

con la morosa exactitud

de una obsesión de péndulos

en el borde del sueño,

allí donde los deseos y los temores

cuelgan, se desprenden, gotean

como lentas lágrimas impuras,

apareces.

Eres el inventado,

la imagen sin espejo,

el doloroso objeto de mis sueños

que aprovechas mi sopor

para colarte, clandestino,

hasta donde no te permito en mis vigilias.

Eres el inventado,

mi criatura tenaz,

la que fui armando despacito durante tantos años,

remendando, amorosa,

a cada golpe de realidad.

 No somos más que dioses

que mueren y reviven

sacando de su manga,

como magos de invento,

risas, relojes, luchas,

amores y espejismos.

Y aunque ya no te invento,

sigues al borde de mis sueños

repitiendo alegrías exterminadas,

colocando éxtasis y mundos

y mañanas antiguas,

borrando y repintando

todo lo que no fuiste,

lo que yo puse en ti,

inventado quizá,

pero mío hasta la última lágrima

sucia de realidades.

       

                         

Sábanas por lavar

 

No cambiaré mis sábanas aún.

Dormiré entre tu olor

como en una llanura cadenciosa

que no quiere marcharse

y que me inunda

de aromas no aprendidos

y sorpresas suavemente adictivas.

Dejaré mis sábanas, tan tocadas y regias.

Y tu presencia que empapó sus hilos

prolongará los goces de esta noche

entre mis repetidas soledades.

Tú estarás lejos.

Pero tus humedades,

y ese sudor ferviente,

licor rotundo en nuestras fiestas rotas,

seguirán embriagando mi deseo.

No cambiaré mis sábanas aún.

Las manchas tan plenarias

se me antojan océanos clandestinos,

mares donde el recuerdo

salpica tu presencia en tenues lampos.

Así se quedarán.

Sábanas de un amor deseoso, antojadizo,

como un niño extraviado

en la feria de luces de tus manos.

Fundas donde nuestras cabezas

marcaron su tenaz concavidad,

ahuecando almohadas y pasiones.

Esta noche dormiré como nunca

sobre el perfil de aromas

que ha regado tu cuerpo

en el valle sin luto de mis sábanas sucias.

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