La profundización de las relaciones entre Brasil y China

En este contexto, la profundización del diálogo y de las relaciones entre Brasil y China puede contribuir al establecimiento de un clima de paz y a una mayor integración económica entre países y pueblos soberanos

Sérgio Braga/Latinoamérica21

La visita del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, a China ha suscitado gran interés en varias regiones del mundo, y no es casualidad. Desde hace algún tiempo, China es el mayor socio comercial de Brasil y de varios países latinoamericanos y, por esta razón, es natural esperar que esta asociación económica conduzca a estrechar los lazos culturales, políticos y diplomáticos entre los países y regiones en un futuro próximo.

Además, especialistas y estudios recientes señalan una marcada brecha entre la importancia de las relaciones y asociaciones económicas entre los dos países y el fortalecimiento de los lazos políticos y diplomáticos. Dicha brecha se vio acentuada, en el caso de Brasil, por algunas iniciativas y declaraciones equivocadas de administraciones recientes

Tal vez, aún más importante que esos lazos económicos entre ambos países, en el contexto actual, sea destacar que los dos comparten una herencia común y una tradición de respeto a la soberanía nacional de los pueblos mediante el predominio de soluciones pacíficas y diplomáticas a los problemas internacionales y en detrimento del intervencionismo militar y de la mentalidad de “guerra fría” de algunos países, que, aún hoy, y con medios de destrucción cada vez más sofisticados, insisten en estimular las tensiones y la posibilidad de enfrentamientos armados en todo el mundo.

Esta vocación por el desarrollo pacífico y el compromiso con el multilateralismo en las relaciones internacionales se vio reforzada por el reciente nombramiento de la expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff, como cabeza del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), la institución financiera de los Brics, un acontecimiento de la mayor importancia en un momento en el que la economía mundial atraviesa fuertes incertidumbres y turbulencias en el período pospandémico. 

En este contexto, la integración económica entre países, especialmente del sur global, se torna aún más relevante y estratégica, lo que ha exigido la creación de mecanismos financieros y monetarios que hagan esta interacción todavía más rápida y ventajosa para las partes interesadas, y dentro de lo que son los principios de relaciones win-win que han guiado los intercambios comerciales de China con otras regiones del globo en los últimos años.

En definitiva, parece prometedor para los intereses nacionales de Brasil el que se produzca una integración cada vez más acelerada con China a través de proyectos de infraestructuras, la lucha contra las desigualdades sociales y la creación de mecanismos financieros que hagan que estos intercambios sean todavía más fuertes y beneficiosos para ambos países. 

Asimismo, en un mundo cada vez más multipolar, es fundamental que las negociaciones de paz predominen sobre el estímulo de un clima de beligerancia y las iniciativas de países que, con el pretexto de “defender la democracia”, solo acarrean un aumento de la inestabilidad política mediante la ampliación de alianzas y bases militares, así como inversiones en herramientas tecnológicas de bajo retorno social y bajo potencial de creación de externalidades positivas para inversiones capaces de estimular un desarrollo económico más inclusivo y con respeto al medio ambiente.

Por esta razón, los desafíos para una mayor integración entre Brasil, China y el sur global no deben ser subestimados en ningún momento. Las fuerzas opuestas a la consolidación de un mayor multilateralismo a escala internacional tenderán a utilizar todos los medios para obstruir dicha integración, sin excluir el aumento progresivo del clima de beligerancia y la intensificación de las inversiones en bases militares y equipos bélicos en todo el mundo.

Por lo tanto, una agenda que fortalezca el multilateralismo debe buscar el diálogo con todas las fuerzas interesadas en la pacificación. En este sentido, fueron muy positivas las agendas tratadas en la visita del presidente Lula, que abarcaron diferentes temas de interés de la comunidad empresarial y de ambas poblaciones, y que tuvieron la idea de firmar acuerdos comerciales que comprendan un amplio programa, incluyendo la intensificación del comercio, las inversiones en infraestructura y proyectos ambientales, los proyectos de reindustrialización, las energías limpias y renovables, el cambio climático, entre otros asuntos previstos en cuanto a la negociación entre los dos países.

Esta agenda no será fácil de ejecutar, y requerirá un fuerte esfuerzo de planificación y articulación conjunta entre Brasil y China, además de la superación de los obstáculos que seguramente se interpondrán en el camino de una relación más estrecha entre ellos.

Por último, cabe señalar que, lejos de un “choque de civilizaciones”, lo que presenciamos hoy en el ámbito internacional es la confrontación entre dos perspectivas distintas que se perfilan para el futuro de la humanidad, perspectivas que atraviesan las diferentes regiones y países de un mundo cada vez más globalizado e integrado económicamente. 

En este contexto, la profundización del diálogo y de las relaciones entre Brasil y China puede contribuir al establecimiento de un clima de paz y a una mayor integración económica entre países y pueblos soberanos. Las dificultades a las que hay que hacer frente no deben subestimarse, sino que, por el contrario, deben servir de estímulo para los retos que vienen por delante.

* Este texto fue publicado originalmente en la web de REDCAEM

 

Profesor asociado del Programa de Posgrado en Ciencia Política de la Universidad Federal de Paraná (UFPR), investigador del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología en Democracia Digital (INCT-DD) de la Redcaem, y becario nivel dos de Productividad en Investigación del CNPQ.

 

 

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