Luis Paulino Vargas: Jornada de 12 horas – hoja de ruta al abismo (Podcast)

Se trata de recortar los costos salariales, y, en general, deprimir las condiciones de vida de la población, a fin de recuperar la competitividad de la economía y la rentabilidad empresarial. Este proyecto es una pieza en ese engranaje, pero de ninguna manera la única.

Luis Paulino Vargas Solís, Economista (Ph.D.)

Con Pilar Cisneros, el debate en relación con el proyecto de ley que pretende legitimar las jornadas laborales de 12 horas, por momentos adquiere los tintes propios de un cuento de brujos, duendes y hadas. Así, en declaraciones para la prensa, Cisneros hablaba de empresas -al parecer numerosas empresas- que tienen las maletas listas para venirse a Costa Rica, apenas se apruebe ese proyecto. Solo que no se puede decir el nombre de tales empresas, y ni siquiera cuántas son. Muchos menos esperar que se nos dé una estimación del monto de la inversión que generarían, ni el número de los empleos que traerían.

Todo queda cubierto por una bruma de misterio e intriga: “es que las empresas quieren evitarse problemas políticos en los países donde están instaladas, explica Cisneros, por eso prefieren mantenerse en el anonimato”.

El asunto no mejora, cuando la señora diputada cita a CINDE. Y no porque su íntimo amigo, el presidente Chaves, le recetara a esa organización una semerenda patada, diciendo que no sirve para un carajo, sino porque la misma gente de CIDE ha dicho que tan solo hicieron un sondeo desprolijo y apresurado, y, de ninguna manera, un estudio.

Por otra parte, y si de fantasías se trata, no otra cosa, más que un cuento inverosímil, es lo de que las 12 horas es una posibilidad asumida o rechazada por cada quien en forma voluntaria. Quienes conocemos las realidades de Costa Rica, sabemos que eso falso ¿Es que Cisneros y compañía están tan fuera la realidad que lo ignoran o simplemente atropellan la verdad de forma deliberada?

Está claro que, con Cisneros, el debate parlamentario se mueve al nivel de los albañales. Pero hay un detalle en sus palabras, que dice mucho más de lo que Cisneros querría decir, y de lo que ella podría entender.

Cuando Cisneros habla de que esas empresas “quieren venir a Costa Rica y están a la espera de que se apruebe este proyecto”, lo que, sin querer, está diciendo, es que su propuesta -que es la misma de Rodrigo Chaves, UCCAEP y sectores mayoritarios de las élites políticas- consiste en poner a Costa Rica a competir con base en el abaratamiento de su mano de obra.

Porque, en ese particular, ese proyecto carece de toda sutileza y es perfectamente transparente en sus intenciones: su objetivo es ahorrarle horas extras a la patronal. Ahí sí que desaparecen los misterios: todo se reduce a comprimir costos laborales. Y pare de contar.

Basta recordar que nada, absolutamente nada, en la legislación actual, impide que una empresa trabaje 24 horas al día, si así lo desea. Pueden hacerlo recurriendo a tres turnos de 8 horas sin horas extras, o con turnos extendidos con pago de horas extras. Pero eso no satisface. Tan solo interesa una cosa: turnos de 12 horas sin horas extras. Esa es la única verdad, que no se modifica un ápice, por más que introduzcan ajustitos insignificantes -puro maquillaje-, en un vano e hipócrita intento por disimular el verdadero objetivo que se persigue.

Pues esa es la gran propuesta económica de esta gente: que la competitividad de Costa Rica se levante sobre los bajos salarios, o sea, sobre la carencia en los hogares trabajadores. Si usted lo piensa con cierto detenimiento, fácilmente comprenderá que el mismo objetivo se persigue cuando, con tan machacona insistencia, se habla de recortar las contribuciones de la seguridad social.

Se trata de recortar los costos salariales, y, en general, deprimir las condiciones de vida de la población, a fin de recuperar la competitividad de la economía y la rentabilidad empresarial. Este proyecto es una pieza en ese engranaje, pero de ninguna manera la única.

Es una vía regresiva, que refleja muy bien la fatal mediocridad del capitalismo costarricense, y la carencia de ideas y de propuestas de la mayor parte de las élites políticas actuales. Elegir esa ruta conduce al entierro definitivo del legado histórico que hizo que Costa Rica fuese, por su solidez democrática y su compromiso con la justicia social, un país líder en el entorno latinoamericano.

Esto es fruto de una mirada cortoplacista, estrecha y mezquina. Y ahí, precisamente, está su condena y su infierno: porque conduce a deteriorar las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo, subvierten las bases que sustentan la democracia y el Estado de derecho, deshilacha el tejido social y, por lo tanto, dinamita la paz social.

Esa ha sido la maldición que tanto sufrimiento ha traído a los pueblos de otros países centroamericanos. Por ello mismo sus economías jamás levantaron vuelo. Sus ricos son extremadamente ricos, pero están condenados a vivir el asedio permanente de un orden social en permanente convulsión.

A lo largo de cerca de 40 años el proyecto neoliberal ha empujado a Costa Rica en esa dirección. Solo que el legado de las reformas sociales de los cuarenta y del desarrollismo socialdemócrata de los decenios siguientes, funcionaron al modo de diques que contuvieron la correntada y aliviaron los estropicios.

Y, sin embargo, desde 2009 para acá la crisis gradualmente se ha agudizado y el deterioro se ha acelerado. En vez de buscar la forma de enmendar el rumbo, hoy hay gente deseosa de empujar a Costa Rica al abismo.

 

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