Luis Paulino Vargas: Katherina Müller y la autoestima

La autoestima no es un asunto estrictamente individual, que cada persona construye en forma aislada. La autoestima está inevitablemente influida, y en buena medida determinada, por el contexto en el que la persona se mueve. Me refiero al contexto de la cotidianidad e inmediatez, y, asimismo, el contexto más amplio, el de la cultura y sociedad del que una persona es parte. La persecución de milenios contra los judíos marcó, a lo largo de la historia, la visión que ese conglomerado humano forjó sobre sí mismo y, con seguridad, algo similar ha ocurrido a todos los grupos humanos que han sufrido persecución y discriminación.

Mi propia niñez me deja testimonio de lo que eso significa: era el chiquillo (y luego el adolescente) más inteligente, pero también el niño (y asimismo el adolescente) más tímido e inseguro, porque enconcharme en mí mismo, era mi mecanismo de defensa frente a un contexto hostil, que me hostigaba porque ya desde entonces -desde el vientre de mi madre con todo seguridad- era yo un niño gay, cuyo comportamiento difería de la norma vigente. Supongo que, con el paso de los años, logré superarlo. Eché callo, me puse mi armadura, desarrollé estrategias de sobrevivencia. Y aquí sigo, ya en mis 65. Pero muchos, les juro que muchos, quedaron en el camino.

Ante una comisión legislativa, la ministra de Educación, Ana Katherina Müller, afirmó lo siguiente: “Un niño, una niña, un joven con buena autoestima no se deja afectar por el bullying”. Tremenda confusión la de la ministra. Es que el “bullying” -o sea: el acoso, la violencia, la humillación- inevitablemente maltratan la autoestima, la hunden, la laceran, y exige un esfuerzo triplicado y cuadruplicado para tan solo preservarla y mantenerla a flote. Nadie debería pasar por eso. Nadie se lo merece.

La educación costarricense está hoy en manos de una persona insensible e inepta.

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