Luis Paulino Vargas Solís, Economista.
El informe de Estado de la Educación, no dice nada que no sospecháramos. Pero, sin duda, los datos y evidencias que aporta para confirmarlo, son un aporte necesario y valioso. Sin embargo, me parece que hay una omisión importante: creo que no se aborda el papel que, en todo esto, juega la cultura de la virtualidad, en especial las llamadas “redes sociales”.
Pienso, por ejemplo, en TikTok, una red especialmente atractiva para las personas jóvenes. TikTok impone la cultura de la imagen, generalmente (con pocas excepciones) centrada en el vacilón. Y no es que la alegría sea mala; es parte importante de la vida. Lo malo es cuando se vuelve en un objetivo excluyente de cualquier otra faceta de la vida, igual de importante.
Pienso, asimismo, en la cultura del “influencer”, la cual, según creo percibir, se alimenta sobre todo desde Instagram. El “influencer” es, por lo general (supongo que también aquí hay excepciones), un personaje dedicado a compartir frivolidades. Y es gracias a eso que se vuelve una celebridad.
Pienso en Twitter (ahora rebautizado con el horrible nombre de X): mensajitos de 280 caracteres máximo (excepto si usted paga la versión “Blue”, una opción muy clasista, como cabía esperar de un tipo clasista como Elon Musk). Ese límite no solo impide reflexionar con un mínimo de detenimiento, sino que promueve que el idioma sea mutilado salvajemente.
Nada de esto favorece la lectura ni el estudio. Todo lo contrario más bien ¿No deberíamos investigar más sobre sus implicaciones para la educación?
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