Macarena Barahona: Épica de guerrera, vidas que no se llevará el viento

Valeria Varas Libro testimonio y denuncia: “que no se lo lleve el viento” 2021. Chile

Macarena Barahona Riera, Poeta y catedrática de la Universidad de Costa Rica.

He leído conmocionada en lo más profundo de mi ser, el libro “que no se lo lleve el viento”, de la escritora chilena/costarricense, Valeria Varas.

Libro editado por el Colectivo de Expresos Políticos de Valparaíso de Chile  en junio de este año.

Asistí de manera virtual, a su presentación cuando apenas iniciaba su lectura, vi la emoción, el dolor y la indignación de Valeria, un coraje de la resistencia en la piel y la memoria, una mirada profunda del que sobrevive, de la ira de tanta violencia y su falta de justicia.

Valeria lee y nos trasmite esta emoción que se ha quedado en mi, estos recuerdos de otras que me han visitado como dolores hechos palabras,  que las mueve el viento.  El viento que emana necesario, para respirar y no olvidar.

Respiro profundo en cada párrafo para no llorar, o llorar y respirar, porque se trata de dolor y de crueldades, se trata de palabras que son memoria viva, de torturas a los cuerpos de niñas, jóvenes, mujeres, muchachos, adultos, una crueldad brutal, el terror del poder en cada parte del cuerpo, lo humano convertido en torturador, lo humano convertido en dolor.

Así que leo lentamente este nuevo territorio de mi  memoria para hacerme eco de esta guerrera resistente, que desde su “Patria interina”, sobrevivió en una huida cubierta por alas de mariposas, para que nadie la detuviera hasta nuestro país.

Ha vivido con nosotros más que en Chile, así que esta patria ya es su patria, digamos que en propiedad, aunque la pertenencia es inasible, porque sólo los afectos nos atan y construyen. Exiliada, en su insilio de dignidades y denuncias.

Valeria dirige un coro polifonico de dignidad,  voces de los dolores del cuerpo torturado, del rapto de la inocencia, del secuestro y tortura de juventudes mancilladas, arrebatada la vida a miles, un coro lento con un eco más allá del tiempo y el espacio, porque hecho palabra el dolor sucumbe, es la mimesis aristotélica, una tragedia y en la acción noble la palabra, el lenguaje puro que es a su vez, piedad y del miedo purificador del espíritu humano, la catarsis de las muchas Valerias que habitaron esos cuartos del horror militar de Chile, militares preparados para la masacre por el gobierno de Estados Unidos, entrenados a violar y cercenar senos de mujeres, horadar cuerpos de hombres y mujeres, por el control  de sus espíritus y conciencias.

Aristóteles no tuvo la poética para este horror, la purificación del miedo no es más que la purificación de la libertad, ese terreno del refugio en el recuerdo, que Valeria retiene, en su memoria todos sus sentidos intactos, como una obra de arte, imita la vida, la hace palabra, la poetiza, y se salva.

“que no se lo lleve el viento”, es una poética del alma, porque reconstruye un tiempo de miles de desaparecidos y torturados, con piedad y devoción, los unge, los hace respirar, los acoge, como a ella misma, tierra de desierto, firmamento nocturno de la memoria que acogedora;  resucita al que merece y castiga lo que aún se espera de la justicia humana, para reivindicar la decencia y el derecho de las víctimas.

Un coro que abre la memoria como un río inmenso, una agua que fértil discurre en palabra y palabra, el poder del horizonte de Valeria, su inmensidad  de Cosmos del desierto de Atacama.

Esta infinita imaginación, su capacidad de crear, en su íntima conexión con lo infinito, crear otros mundos posibles, su mimesis y resistencia que le permitió sobrevivir, no olvidar, y en catarsis incurrir en hamartia para refundar la amistad, la hermandad y sororidad.

“ Los militares no saben ese secreto, que puedo transformar un catre o un colchón inmundo en el cosmos, en una playa llena de algas marinas, en un caballo galopando, en una mina silenciosa o en millones de mariposas monarcas, como ahora, con las cuales salgo a volar lejos, muy pero muy  lejos.”

Es  la tragedia, y Valeria aristotélica, en su infinito amor , nos llena de ternuras, de amores filiales y devociones, de su épica de guerrera: refunda los nuevos territorios de dignidades, exigencias, demandas y reclamamos. De justicia y coraje.

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