Macarena Barahona: Virginia Grutter
Hija de la bella provincia de Puntarenas, itinerante en su vida, dramaturga de oficio y de pasión, descansa frente al mar que amó y la brisa que anheló, bajo el halo la razón y la emoción, que gobiernan el alma eterna de los poetas.
Macarena Barahona Riera, Poeta y catedrática de la Universidad de Costa Rica.
Duerme Virginia bajo el ardiente sol de su querido Puerto de Puntarenas, duermen sus pasiones bajo la iridiscencia del sol que alumbra el Pacífico y sus anhelos vagan en sus poemas como la brisa de las palmeras.
Virginia Grutter pertenece a su tiempo e historia. De una generación dividida por posiciones políticas e ideológicas, su camino ha sido en solitario por las letras nacionales; caracterizada por camarillas y élites de poder dentro del sistema político dominante, que establecen el silencio y el olvido como castigo a los que son diferente.
Y muy diferente del status que ha sido Virginia, de lo que se espera debe ser, de lo que debe ser una mujer, de lo que se espera debe ser una escritora.
Unida subida a la lucha política, al teatro, a la sobre vivencia; en la sociedad básica, machista y vengativa. Su inefable lirismo la separa esencialmente a través de su prosa poética y de su poesía de la manifestación contestataria y de denuncia social que ha marchitado muchos artistas y elevado a otros no tan artistas.
Su poesía sobrevive. Limpia, a esos oleajes, mezclando su vida de lucha, sus viajes, sus aciertos, sus hijos, las pasiones duras perdidas y dolores. Mezclando, como una receta mágica, el alma de artista y sus convicciones a veces rígidas, a veces tiernas, pero sobre todo profundamente humanas. Como un ángel, que le dicta despacio, y le facilita un prisma especial, celestial, para narrarnos horrores y lamentos, injusticias y verdades, para que no se nos olvide.
Con la musicalidad de la poesía y de sus prestigios femeninos de hadas y de arrullos, así es su último libro: Cantos de Cuna y de Batalla, sonido de riachuelo que nos abriga como un romance en sus tres partes.
Retratada por Amiguetti y Gallardo, que recogen su belleza a través del color y nos evocan en el tiempo, una dimensión de frescura y lealtades de sinceridades y vocaciones, que ahora tropiezan con la modernidad estéril de nuestro capitalismo globalizado.
Como me decía Virginia, ella escribe para, no por. Con su lírica épica dramática, agotando las formas clásicas, recurre a la utilización más libre de diferentes formas.
“Al coger la hoja de papel/ y ponerla en la m
quina/ Está destinada/ a escribir sobre ti./ Lo he hecho
como si/ se tratara de tu mano./ O de tu áspera
mejilla/ Por donde mi mano/ se deslizó/ como sólo una
flor/o sobre una pancita/ el primer hijo” (Inédito)
Hija de la bella provincia de Puntarenas, itinerante en su vida, dramaturga de oficio y de pasión, descansa frente al mar que amó y la brisa que anheló, bajo el halo la razón y la emoción, que gobiernan el alma eterna de los poetas.
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