Manuel Rojas Bolaños, Sociólogo, Politólogo (Dr.).
Parece que la campaña “Quédate en casa” no está logrando un impacto suficiente en el conjunto social, porque mucha gente sigue en las calles sin necesidad, irrespetando las restricciones de circulación y de aglomeración. Por supuesto que hay personas que inevitablemente tienen que acudir a sus trabajos y usar el transporte y los espacios públicos. Ojalá se estén protegiendo, respetando las sugerencias de distancia social y lavado de manos.
Pero hay otras a las que no llega suficientemente claro el mensaje, o piensan, alegremente, que las informaciones emanadas de personeros y entes públicos son sesgadas, que la situación no es tan complicada como la pintan y que, de todas maneras, quienes corren más peligro son los viejos. Pretenden seguir con sus vidas como si nada estuviera pasando. Irrespetan las restricciones nocturnas de circulación de vehículos y continuan aglomerándose en los espacios públicos.
Les hace falta un “baño de ubicación”. Hay que enfrentarlos a la cruda realidad, porque el número de contagiados y de personas fallecidas va a aumentar. El ministro Salas constantemente repite que “habrá muchas muertes”. Seguramente lo hace con base en estimaciones realizadas por expertos, que no se hacen públicas porque tal vez no conviene provocar pánico en la población, o porque una declaración oficial en ese sentido posiblemente terminaría politizando inadecuadamente el tema.
Lo cierto es que aún no alcanzamos el pico de la pandemia, y, cuando eso suceda, ¿alcanzarán las unidades de cuidados intensivos y las camas de los hospitales? ¿Cuántas personas finalmente tendrán que abandonar este mundo por no poder resistir los efectos del COVID-19 en sus organismos o por falta de atención médica oportuna y adecuada?
Luis Rosero Bixby, un reconocido demógrafo costarricense se ha atrevido a abordar el espinoso asunto en un artículo publicado en estos días en La Nación. Plantea tres escenarios posibles, tomando en cuenta varios factores: en el primero de ellos, el peor —“si no se hace nada”—, podrían ocurrir 36 mil fallecimientos; muchos menos en los otros dos escenarios pero siempre morirán muchas personas. Posiblemente se podrían criticar el peso dado a ciertos supuestos o señalar la ausencia de otros, así como la acertado de las proyecciones; pero el artículo vale como acicate para incentivar una discusión seria, informada, con base científica, sobre el asunto.
Quizás de esa manera muchas más personas entenderían la gravedad de la situación que enfrentamos como país, como sociedad, y como humanidad, a final de cuentas. Los medios tienen una gran responsabilidad en hacer llegar a las mayorías el mensaje adecuado, evitando perder el tiempo en nimiedades o en inconvenientes polémicas de tinte politiquero, sobre lo que hace o no hace el gobierno, o cómo se conducen las conferencias de prensa.
Y los políticos deberían evitar la tentación de aprovechar la situación para llevar agua a sus molinos. La pandemia ha colocado a las elecciones de 2022 y todo lo que les concierne en un plano absolutamente secundario. Ya habrá tiempo para ocuparse de ellas, si logramos salir con bien de esta crisis. Por ahora lo que nos debe preocupar es, en primer lugar, salvar vidas y aliviar las dificultades que están afrontando miles de compatriotas, muchos sin trabajo e ingresos, obligados a concentrarse en reducidos espacios habitacionales, sin condiciones adecuadas para soportar por mucho tiempo el confinamiento. En segundo lugar, pensar en la reactivación económica posible, dentro de un mundo muy golpeado y transformado política y económicamente.
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Manuel Rojas Bolaños. Doctorado en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor investigador de la Sede Académica de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, en Costa Rica (FLACSO-CR), y profesor de la Maestría Centroamericana en Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica., 1974-1978. Ex Embajador en Chile.
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