María Eugenia Venegas Renauld: Introspección a la vida

El Estado debe ser garante de esos derechos. Usted es libre de aceptarlo o no. De ahí que absolutamente todo debe pasar por el ejercicio de la argumentación, la reflexión y la decisión propia en el filtro de la conciencia. Por ello la vida social es tan compleja y por ello es que decidir por nuestros representantes, maestros, médicos y quien sea, todo, es un ejercicio permanente de vigilancia y exigencia y reconocimiento o demanda según las circunstancias.

María Eugenia Venegas Renauld. Académica, Ed Diputada y Ed Diplomática.

En la vida que nos toca a cada persona no tenemos certezas de los tiempos para concluirla. Lo único que sabemos es que cada día es uno menos. Vinimos a la vida posiblemente desde un proyecto eterno imposible de entender desde nuestras coordenadas de tiempo y espacio en el traje físico que tenemos que es material. Pero justo por ello, no podemos ser partícipes de ser y existir como personas que poseemos condiciones distintas en la aplicación y disfrute de nuestros derechos y deberes. Su reconocimiento, parte de entender que hay diferencias esenciales para esa aplicación. Las mujeres no somos extensiones de las costillas de Adán, ni nuestro destino eterno es un arpa entre las nubes para tocar y cantar en lenguas o latín, ni fuimos diseñadas para llevar enaguas y ceder nuestros vientres como depósitos de las urgencias incontroladas de los hombres. Que como mujeres, seres pensantes, queremos lo mejor para nuestros cuerpos que cuidamos a diario y que aceptamos nuestras particularidades como nuestras reglas mensuales, nuestros cambios hormonales, nuestra menopausia, nuestros engrosamientos corporales para acunar, parir si toca y amamantar si lo ejercemos. Que nuestra condición maravillosa no está determinada por normas provenientes de los hombres para definir qué va y que no en nuestra totalidad como personas, que tenemos libertades para decidir sobre todo, absolutamente todo lo que ocurre en nuestro cuerpo sea con o sin embarazo, sea con o sin enfermedad y bajo las condiciones que tenemos: reflexión y conciencia. Mi conciencia no es una condición que requiere de la venia de nadie, me pertenece y se alimenta de ideas y percepciones. Por ello soy capaz de elegir y pensar y decidir. Ningún hombre ni marido ni hijo ni cura ni pastor ni presidente puede hacerlo por mi: decido yo.

Por eso cualquier intervención en mi pensamiento es ética y por ello incluso esto que digo si lo impongo es no ético. El Estado debe ser garante de esos derechos. Usted es libre de aceptarlo o no. De ahí que absolutamente todo debe pasar por el ejercicio de la argumentación, la reflexión y la decisión propia en el filtro de la conciencia. Por ello la vida social es tan compleja y por ello es que decidir por nuestros representantes, maestros, médicos y quien sea, todo, es un ejercicio permanente de vigilancia y exigencia y reconocimiento o demanda según las circunstancias.

Si como mujer me importa un bledo que otras sean objeto de manipulación social o religiosa o educativa o política o económica o cultural o del tipo que sea, fracaso en mi proyecto vital existencial si al menos tengo conciencia de estas situaciones que de alguna manera debo por conciencia social hacer evidente o sumarme a las muchas de otras personas en ello. Si viendo el tema prefiero cerrar los ojos y no enterarme porque me place el estado en el que estoy, al menos queda para su conciencia el confort de la injusticia y si viendo esto decido permanecer en mi zona de confort al menos tomar conciencia de que ese estado disminuido es el que tiene asumido como natural. En todo caso no es el mío y porque pienso y decido y porque viví la condición de ser mujer siempre en menor condición para muchas cosas que los hombres, levanto mi voz que es mi pensamiento para que así quizá otras mujeres al igual que yo las oí y aprendí de ellas, podamos ser mejores seres humanos en el trayecto vital que aún recorremos. Eso no me ha quitado el gusto por cocinar, pintarme mi cara, usar ropa y accesorios femeninos, gustar que me abran la puerta de un carro, ponerme tacones, ser romántica, amar a los hombres, escribir poesía inspirada en el amor y seguir teniendo mi fe y mis creencias siempre evolucionando, cada día y pasadas por los filtros del conocimiento y el pensamiento propio.

Me duelen esta mañana muchas mujeres calladas temerosas de sus cercanos hombres pero también de sus suegras, hijas, hermanas, vecinas y amigas listas con la vara de los cánones añejos para su medida.

Y me voy ya a alistar para seguir con mis libros y plantas porque estoy todavía viva y debo seguir estudiando.

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