Mario Ramírez: El tejedor de memorias

El escritor  costarricense  Juan Ramón  Rojas Porras,  recoge las memorias de los pobladores del pueblo  de Guayabo  como un tejedor que va hilando  en su narración  los diferentes momentos  de la comunidad  a través de diferentes generaciones de pobladores..

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Mario Ramírez Granados.

En su estudio  sobre la  tribu de los nuer, el antropólogo Edward Evans-Pritchard analizó la existencia en los pueblos  de  una estructura  interna que permitía   la preservación  y  transmisión de la memoria entre generaciones.

Desde esa perspectiva, el escritor  costarricense  Juan Ramón  Rojas Porras,  recoge las memorias de los pobladores del pueblo  de Guayabo  como un tejedor que va hilando  en su narración  los diferentes momentos  de la comunidad  a través de diferentes generaciones de pobladores.

El libro tiene el gran acierto de partir del concepto  de latifundio, propio  de la  disciplinas como la historia  o la sociología, para partir de este vincularlo con las  grandes plantaciones  que existieron en  Guanacaste durante  el siglo  XIX.

En Guayabo existen tres historias. La del lugar desde sus orígenes como la Finca Miravalles, como posesión originaria de la familia Fernández, los primeros pobladores y la historia del narrador y su familia.

La historia de Guayabo utiliza como punto de partida los recuerdos de los pobladores, ubicando el pasado de Guayabo como la antigua finca Miravalles,  la  cual  estaba inmersa indirectamente dentro de los vaivenes de la política costarricense, al tratarse un bien que  fue  propiedad de  personajes históricos como la señora Pacífica Fernández, esposa del presidente Castro Madrid y los expresidentes  Tomás  Guardia, Próspero Fernández

Los pobladores  además visibilizan  a personajes olvidados de la historia nacional como Crisanto Medina, así como el  Macho  Wilson  y sus  sucesores del famoso empresario norteamericano Minor C Keith, cuyos crueles tratos son relatados por los trabajadores.

De esta trama surge en nuestro  opinión el  segundo  hilo de la narración de  Rojas Porras, las luchas de los colonizadores  por establecerse en el latifundio, que  culminaron con  la compra  de estas tierras  por parte del Estado y su repartición a los campesinos.

Es  partir de  la intervención del Estado  y  del esfuerzo  continuo  de los  habitantes de  Guayabo que este  pasa en palabras del autor de ser una finca improductiva  a ser una de las comunidades  más prósperas de Guanacaste.

El pasado  y presente  de  Guayabo entonces cede el espacio  a la  recuperación  de la historia  personal  de ocho pobladores.  Campesinos, maestros, salubristas, cuentan sus  vivencias  y se convierten en  esa tela que  une   el paso  y el presente  de la comunidad y sueña  su porvenir.

El propio autor se incorpora dentro de la Historia de Guayabo al introducir dentro de la trama la historia de su abuela, su tío Isaías y la historia de cómo sus padres, la familia Rojas Porras llegó a Guayabo y cómo se vinculó con la historia del lugar a través de sus primeros maestros.

Decía al principio  que  la antropología descubrió los procesos de recuperación y transmisión de la memoria,  estudios que permitieron la revaloración del conocimiento de las generaciones  previas. Desde  ese punto de vista, Rojas Porras se convierte  en un suerte de gran tejedor  de memorias,  que hilvana los sueños de un niño  guanacasteco, con las vivencias de poblados  que  fueron  desapareciendo, como la  Ese,  para dar  lugar  al Guayabo Moderno.

 

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