Mario Ramírez Granados: Aureolas y pedestales
Discutir la historia y el legado de las diferentes personajes políticos pasa por su humanización, entender que no son figuras con aureolas y ubicarlos en su justa dimensión como parte de una época, y de cómo los ecos del pasado explican nuestro presente.
Mario Ramírez Granados.
Cuando recién iniciaba mis estudios universitarios, existía a la entrada del Parque de San Pedro, un busto del presidente Kennedy, que era un recuerdo de su visita a Costa Rica. Un día el busto fue mutilado y sustituido por otro, el cual a su vez fue varias veces vandalizado, hasta que simplemente desapareció. No quedan placas, u otros vestigios que atestigüen su existencia, solo las memorias de los que lo vimos. Solo queda el pedestal vacío.
La Costa Rica de hoy continúa el debate acerca de las figuras en los pedestales. Hace unos meses se dio a partir de las reivindicaciones del movimiento “Me too”, los grupos feministas, en particular las jóvenes universitarias mediante la expresión “Me pasó en…” empezaron a visibilizar la persistencia de la cultura machista y el acoso sexual en los entornos académicos mediante el uso de la denuncia utilizando redes sociales, lo que permitió que otras mujeres, que sufrieron situaciones similares pudieran compartir sus experiencias y crear redes de apoyo e indignación . Algunas de estas reivindicaciones se han extendido incluso a colegios públicos y privados, y siguen interpelando a la sociedad costarricense.
Hoy en Costa Rica sucede algo similar con el cuestionamiento al espacio público se ha empezado un debate a raíz del movimiento Black Lives Matter. Algunos simpatizantes del movimiento debaten la presencia en espacios públicos de personajes a los cuales los asocian con prácticas racistas. Incluso han vandalizado figuras de carácter histórico como Cristóbal Colón, Andrew Jackson y Winston Churchill.
En nuestro país, el debate ha sido hasta el momento más académico y ha girado en torno de la presencia de la estatua al expresidente León Cortés Castro. Sus detractores, cuestionan que este personaje no debe ocupar una posición tan prominente, señalando su papel en el desarrollo de políticas antisemitas.
Necesidad de superar el uso de lugares comunes
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La ubicación de la estatua de León Cortes en la entrada de la Avenida Segunda, fue un legado histórico de la Guerra Civil de 1948. En aquel momento, al erigirse una representación en bronce del ex mandatario, el bando ganador buscaba resarcir a la figura de Cortes de los enfrentamientos que mantuvo en sus últimos años con los partidarios del calderonismo y el Partido Vanguardia Popular. Como lo mostraron Davis Díaz Arias e Iván Molina Jiménez, fue desde estos grupos que se construyó la imagen de Cortes como una figura de corte filo-fascista.
El movimiento acerca de la permanencia de la estatua de León Cortes Castro, repite algunos de estos lugares comunes, reiterando la imagen de Cortes como una figura pro fascista, pero dejando de lado la discusión histórica sobre los orígenes de la cultura anti semita durante los años treinta. Cómo lo demostró Dennis Arias Mora en su libro “Utopías de quietud”, los gobiernos costarricenses empezaron a restringir la migración “indeseadas” desde 1897, y en el caso de la política antisemita, esta fue una reacción a la entrada de extranjeros de origen polaco con posterioridad a la crisis económica de 1929.
Desde la lectura de Arias Mora, se logra entender que las restricciones migratorias no empezaron con Cortes, sino que se daban en Costa Rica desde principios del siglo XX. Tampoco concluyen en el gobierno de Cortes, sino que como lo demuestra el autor incluso algunas se endurecieron durante la década de los años cuarenta.
Es decir, revisar la historia significa mucho que cuestionar a personajes políticos concretos sino como decía Benjamín “leer la historia a contrapelo”, es decir: iluminar mediante la investigación científica políticas y períodos históricos, intentando dar voz a aquellos grupos y personas que han sido tradicionalmente invisibilidades. En nuestro caso, esto significa reconstruir el contexto y los actores en que las políticas antisemitas de Cortes y sus antecesores toman sentido.
Desde esta posición, discutir la historia y el legado de las diferentes personajes políticos pasa por su humanización, entender que no son figuras con aureolas y ubicarlos en su justa dimensión como parte de una época, y de cómo los ecos del pasado explican nuestro presente. Implica como lo hizo el movimiento “Me pasó en…” visibilizar malestares dentro del debate público. Pretender lo contrario, significaría volver a la época de los pedestales vacíos.
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