Mario Ramírez Granados: Prejuicio militante
Mario Ramírez Granados.
“La forma más alta de crítica, al igual que la más baja, es un modo de autobiografía”
Oscar Wilde
Cada cierto tiempo, una sociedad afronta polémicas sobre el arte y la moralidad. Sucedió en su momento en la Edad Media, cuando el arte se centraba en los motivos religiosos, en parte por una visión puritana que se escandalizaba de la forma en que los griegos y romanos representaban la desnudez como algo gozoso, y no como motivo de vergüenza. En forma paralela al ascenso del arte religioso, algunos grupos cristianos mutilaban bustos y esculturas, en nombre de sus ideales de moralidad. Este período fue descrito por Claudine Nixey como “la Edad de la Penumbra”.
Sucedió en su momento en Francia, con la publicación de Madame Bovary y Las Flores del mal, los cuales fueron objetos de juicio por su supuesta inmoralidad. Hoy, la pugna sobre arte y moralidad proviene del despido de la directora de una Escuela de Arte en Tallahasse, Florida por la presión de grupos de padres, escandalizados por considerar al David, la Creación de Adán de Miguel Ángel, y los frescos de Botticelli como “obras pornográficas”.
El incidente podría ser visto como algo risible, sin embargo deja de ser un simple episodio gracioso para convertirse en preocupación ante los planes del gobernador de ese Estado en revisar programas de estudios y contenidos de cursos en escuelas públicas, dentro de un “boom” anti ciencia que se caracteriza por cuestionar ideas consideradas básicas como la teoría de la evolución y otras. Es aquí donde es necesario verse en el espejo, poner las barbas y reflexionar respecto al creciente declive cultural
Un primer punto de partida sobre esta discusión implica un debate acerca de la desnudez y su diferenciación con lo pornográfico. La mirada pornográfica se caracteriza por provocar deseo en la persona que mira, pero no es el caso del David, que se trata de una escultura del siglo XVI que refleja los ideales de belleza masculina de ese entonces.
Desde ese punto de vista, la representación de un hombre desnudo no es esencialmente obscena o pornográfica, excepto en la mente de alguien que asocie la sexualidad con lo inmoral, pero no es suficiente para prohibir su impresión ¿hemos retrocedido tanto a nivel cultural, para que una imagen básica del Renacimiento italiano, deba ser ocultada, porque la mirada de algunos no está preparada para verla?
El ascenso de la gente enfundada
Una pista para entender el momento actual podemos encontrarla en la literatura. Fue Anton Chejov, quien nos dio la figura de Bélikov, alguien “que procuraba esconderse en su concha a semejanza del caracol y el cangrejo” y que trataba de imponer sus prejuicios a los demás. Su cuento “El hombre enfundado”, así lo muestra. Para Bélikov, una persona anclada en la tradición, el mundo se volvía inseguro en el cambio y por eso la tradición se convertía en una funda que lo protegía contra la novedad. Al punto de quedarse solo.
Hoy, sin embargo, una actitud como la ocurrida en Tallahasse es probable que aterraría al propio Chéjov, se trata del prejuicio militante de grupos de personas que se han refugiado en la obcecación con la realidad y que se aprovechan de espacios donde puedan incidir y convertir a la enseñanza en una batalla cultural. Esos espacios son los que permiten influir en los movimientos de personal, e incluso el despido de personal, por el poder que otorga la legislación estatal a las asociaciones de padres Y los programas de estudios. Incluso la compra de libros y su creación se ha convertido en una batalla cultural, que parece entonces salpicar a los clásicos.
Así las cosas, no se trata de un capricho individual, sino de casos de censura a la enseñanza, cercenando contenidos de historia del arte o historia de las ciencias, de acuerdo con las opiniones de algunos, y encerrarse en su propia concha, de espaldas al resto del mundo. Una persona mal formada y sin criterio propio, es más susceptible a la obediencia de autoridades que compartan su forma de pensar, aunque esta le dé la espalda a la verdad. Un ejemplo de las consecuencias de este pensamiento en manada aparece en los Diálogos socráticos, en la condena a muerte de Sócrates, al considerar que su enseñanza (que se convertiría en la piedra angular de la filosofía griega), pervertía a la juventud.
Nadie es ajeno a un pensamiento anclado en el prejuicio. Un debate acerca de la enseñanza implica a su vez un debate sobre la forma en que aprendemos y cómo nos imaginamos como sociedad. Darle la espalda a las olas de intransigencia, es como hibernar voluntariamente para luego quejarse por despertar en medio de sociedades de corte autoritario, como lo advirtieron en su tiempo 1984 o Un mundo feliz.
No podemos permitir que un salón de clases se convierta en una caverna de gente enfundada, sería permitir que se encumbre el pensamiento que dio origen a la era de la penumbra. Más bien, se trata de involucrarse y de darle una nueva validez a los fundamentos de la educación, que concibieron nuestros primeros gobernantes en la educación: Más allá de la transmisión de conocimientos, se entendía a la educación como el presupuesto para saber elegir. Es decir, la educación es la base para el discernimiento, como persona y en el ejercicio de la ciudadanía.
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