Mauricio Ramírez: ¿Crisis del multilateralismo o fin del hegemonismo occidental?
La crisis orgánica del orden liberal internacional se da por el debilitamiento de los consensos y los mecanismos de dominación por consentimiento del bloque histórico imperante (occidente), según plantea el profesor José Antonio Sanahuja, lo cual confirma nuestra tesis sobre la crisis hegemónica actual.
Mauricio Ramírez Núñez, Académico.
El orden occidental contractual e internacionalista de corte liberal está en cuidados intensivos, el multilateralismo no. Con esta afirmación me atrevo a contradecir el discurso oficial que desde hace más de una década se viene reproduciendo sobre la crisis del sistema multilateral. Nos enfrentamos a una crisis hegemónica, que es distinto. Veamos algunos detalles a continuación.
El multilateralismo como concepto de estudio en las relaciones internacionales, se define como la capacidad de cooperación entre tres o más estados alrededor de un objetivo o tema de interés común. De esta manera se diferencia del unilateralismo y bilateralismo. En palabras aún más sencillas, si al menos 3 países se ponen de acuerdo para avanzar en una dirección concreta y organizada, ello es un ejemplo práctico de este concepto. Sin embargo, esto no exime la posibilidad de la existencia de relaciones de poder intrínsecas en dicho proceso, ni tampoco excluye la opción de que un orden así se construya bajo el predominio de los intereses de ciertos países y su tutela.
El orden existente hace 77 años, desde el fin de la SGM, y hoy en transición, cuya primera crisis se remonta a principios de los años setenta, se caracterizó por una institucionalidad robusta basada en la hegemonía liberal de occidente, con organizaciones claves como Las Naciones Unidas, el Banco Mundial y El Fondo Monetario Internacional. Estas dos últimas como resultado de los acuerdos de Bretton Woods llevados a cabo en New Hampshire, EEUU en el mes de julio del año 1944. Eso no solo consolidó el poder mundial de ese país, sino que el dólar pasó a ser la moneda de referencia e intercambio para el comercio internacional.
Poco a poco se fueron consolidando otras importantes organizaciones de carácter multilateral, tales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre muchas otras no menos importantes para la construcción de un sistema cuyo objetivo en la teoría ha sido fomentar la cooperación y el diálogo para evitar los conflictos como los sucedidos a principios del siglo XX.
La Guerra Fría no tuvo mayor impacto en este orden internacional, aunque el mundo se dividió en dos, con todo y las luchas de poder entre las grandes potencias enfrentadas, las reglas del juego para todos estaban relativamente claras y eran aceptadas. Con la caída del bloque socialista a principios de los años noventa, el momento unipolar liderado por EEUU e Inglaterra consolidó a la globalización neoliberal como la nueva herramienta para posicionar la economía de mercado sin ningún tipo de regulación por encima de la política como excusa para la dominación, pues según lo exponían sus ideólogos; con esta nueva realidad las fronteras eran innecesarias y todos pasamos a ser ciudadanos de la aldea global. Así llegaba el fin de la historia y se consolidaba la paz para siempre, decían ellos. Algo así como la realización de la utopía kantiana de la paz perpetua.
De esta manera el hegemonismo occidental se consolidó y el correspondiente multilateralismo derivado de este ha operado bajo su tutela. Así, todo aquel que ha querido buscar formas diferentes de moldear un orden global, como un proceso natural de un sistema en constante evolución, es considerado como una fuerza hostil, irrespetuosa de la democracia y los derechos humanos. Argumentos muchas veces bien sustentados, pero conllevan una doble intención política de neutralización-deslegitimación a todo lo diferente. Como si en esta parte del mundo no existiese el ecocidio, las violaciones a los derechos humanos o el irrespeto a la democracia.
Por ello, la verdadera preocupación de algunos países sobre la crisis del multilateralismo, como vienen llamando hace años y muchos secundan, es que el instrumento que les ha sido de gran utilidad para preservar un status privilegiado de rectores del orden mundial, es ahora utilizado por potencias emergentes, quienes aplican la misma estrategia y son de regiones históricamente consideradas por occidente como no civilizadas. Lo que realmente les inquieta en el fondo, para hablar en términos neorrealistas, es su pérdida acelerada de hegemonía frente a la influencia, crecimiento y auge de un mundo con características de multipolaridad y manifestaciones también de multilateralismo como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), ASEAN (Asociación de Naciones de Asia Sudoriental), OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva), APEC (Foro Cooperación Asia-Pacífico), EAMF (Foro Marítimo del Este de Asia), UEE (Unión económica Euroasiática), Foro Boao Para Asia, bajo el liderazgo de las nuevas potencias competidoras.
Podemos afirmar con vehemencia que ese nuevo mundo emergente no es para nada anti-multilateral, como afirman algunos al ver el retorno de los nacionalismos o populismos en ciertos países. Los bloques citados con anterioridad son prueba irrefutable de esfuerzos multilaterales en los cuales participan naciones con esas características mencionadas (no digo que sean buenas o malas, no es el fin de este artículo) y ello no les impide de ninguna manera formar parte de los mismos, así como de los procesos de interdependencia e intercambio comercial que desarrollan entre sí. En ASEAN por ejemplo, podemos encontrar desde sultanatos como Brunei, hasta democracias con sistemas presidenciales como Indonesia.
La clave del éxito de este sistema multilateral es que nadie se entromete en los asuntos políticos internos de los otros, respetando así la cultura política de cada uno y la pluralidad de visiones de mundo e intereses. Como dice el refrán: los trapos sucios se lavan en casa, aquí lo común son los negocios y el intercambio comercial para el desarrollo entre iguales. Desde luego, es normal que mientras surgen nuevos bloques y formas alternativas de multilateralismo, los otros tiendan a desintegrarse o debilitarse, pero en ningún momento es sinónimo de peligro de extinción de este, son temas distintos.
Con todo y la pandemia incluso, ahora con la guerra en Europa y las sanciones económicas contra Rusia, el mundo no se detiene y dichas sanciones no surten los efectos esperados, al contrario, han tenido un efecto bumerán. La humanidad sigue interconectada e interdependiente, las riendas del poder global han tendido a salirse de las manos de occidente y se están desplazando a oriente, donde varios actores luchan por ser parte de esa nueva administración planetaria.
Todo esto confirma que no es el multilateralismo quien sufre una crisis, sino, la hegemonía de un occidente incapaz de competir con su tradicional superioridad tanto económica, tecnológica como militar, con un nuevo mundo naciente y liderado desde el este. Desde el año 2009, especialistas en política internacional como Giovanni Grevi, miembro del Instituto de Estudios en Seguridad de la Unión Europea, han acuñado el término de un sistema interpolar para referirse a la nueva arquitectura del sistema global, definido como multipolaridad en la era de la interdependencia. La redistribución del poder a nivel mundial, que conduce a un sistema internacional multipolar, y la profundización de la interdependencia son las dos dimensiones básicas de la transición que nos aleja del mundo posterior a la Guerra Fría. No podemos olvidar tampoco a grandes geopolíticos actuales como el ruso y asesor del Kremlin, Alexander Dugin con su teoría del Mundo Multipolar, donde explica precisamente las características y formas que va a ir adoptando este nuevo orden en ciernes, o a Andrés Serbin y su texto de 2019 titulado: “Eurasia y América Latina en un mundo multipolar”, donde expone el auge e importancia del polo euroasiático, la convergencia entre China y Rusia, y su impacto sobre América Latina y el Caribe.
La crisis orgánica del orden liberal internacional se da por el debilitamiento de los consensos y los mecanismos de dominación por consentimiento del bloque histórico imperante (occidente), según plantea el profesor José Antonio Sanahuja, lo cual confirma nuestra tesis sobre la crisis hegemónica actual. Nos encontramos ante el interregno gramsciano, donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer, por esta razón nuestra vigilancia epistemológica y pensamiento crítico deben estar siempre en alerta, pues no vaya a ser que estemos leyendo el mundo con lentes o prejuicios de épocas pasadas.
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