Miguel Ángel Rodríguez: Desde mi adolescencia amo a Guanacaste

Con optimismo, con sus alegres güipipías, con la riqueza que su folclor regala a toda nuestra nación, los guanacastecos saben que seguirán progresando gracias a los muchos dones que Dios les ha regalado

Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, Economista (Ph.D.) Abogado. Ex Presidente de la República.

Tuve una niñez feliz gracias a mis padres, a su amor y dedicación a la familia y a su apego a los principios de una vida cristiana. En mi casa nunca nos faltó lo necesario, gracias al trabajo de papá que desde los 12 años tuvo que abandonar los estudios para trabajar en la Ferretería Rodríguez de sus tíos y así ayudar a su familia ante la ruina de mi abuelo en actividades agrícolas en la Línea Vieja, en Guápiles.

El abuelo ya con muchos años se devolvió por un tiempo a Cartagena para tratar de levantar de nuevo algunos recursos. Pero no había abundancia. Mis padres nunca tuvieron un automóvil, por ejemplo.

Desde muy niño en las vacaciones largas empecé a trabajar en el negocio en el que lo hacía mi papá adonde llegó a ser gerente gracias a su dedicación, a su autoaprendizaje y capacidad.

Desde mis 9 años y hasta avanzada mi secundaria trabajé mis vacaciones en el Departamento de Maquinaria de Eric C Murray y Cía., que quedaba al oeste del Cementerio General. El primer año viajé en el tranvía que todavía circulaba, y después en mi poderosa bicicleta Phillips que me había traído el Niñito.

Muchísimo aprendí, desde llevar tarjetas de los inventarios, ordenar pedidos y hacer órdenes de compra, hasta manejar algunos tractores y camiones.

Gracias a ese trabajo conocí Guanacaste, pues en una ocasión ya en secundaria, pude ir a ayudar a demostrar equipos de riego que eran gran novedad, y viajé en un camión de carga con dos mecánicos a hacer demostraciones de cómo se armaban y trabajaban los equipos con sus bombas de agua, tuberías y torres de aspersión en fincas de amigos de la empresa en Cañas, Liberia, Santa Cruz y Nicoya.

Entonces un viaje así era una verdadera aventura vadeando ríos y sorteando barriales, durmiendo en tijeretas acompañado de insectos en cuartitos muy rústicos.

Aquel viaje fue para mí como un safari en las profundidades africanas y empecé a amar a Guanacaste.

De novio con Lorena renové mi relación con las lindas personas de esa bella tierra.

Mi querido suegro Manuel Emilio Clare había establecido una empresa para destazar ganado, deshuesar, empacar y exportar carne congelada a EEUU. La planta empacadora la construyó al costado del Matadero Municipal de Cartago, pero el ganado lo obtenía por negociaciones con la Cámara de Ganaderos de Guanacaste.

Don Manuel Emilio llevaba a menudo a su familia a Liberia para que lo acompañara durante esas gestiones, y yo era invitado. Fueron maravillosos días en El Bramadero allá por 1961 y 1962. ¡Que belleza era ir a la Catarata de El Salto, caminar por las blancas calles liberianas, o disfrutar de una puesta de sol en Playas del Coco!

Después del gobierno de don José Joaquín inicié mi vida empresarial, y al poco tiempo don Manuel Emilio me invitó a dedicar todo mi tiempo a sus empresas y me hizo su socio.

Mi amor por los guanacastecos y sus tierras se hizo inmenso.

Aprendí la belleza de la ganadería, el orgullo por aumentar el porcentaje de parición y el peso de los terneros al destete, y disminuir el tiempo de engorde de los novillos. Comprendí el apego de los agricultores a su tierra.

Trabajé en agricultura e industria del arroz, experimenté sin éxito con algodón y como muchos incursioné con éxito en los melones. Viví las complejidades de la producción industrial. ¡Qué esfuerzo se requería para con constancia aumentar el rendimiento en la producción de carne deshuesada, en mantener los más altos niveles sanitarios, en innovar en los mercados con nuevos productos y diferentes maneras de producir!

Incursioné temprano con otros amigos en el desarrollo del hotelería en esas queridas pampas.

Viví las congojas y dificultades de la vida empresarial, y las responsabilidades de pagar semanalmente las planillas.

También disfruté el encanto de compartir con la familia fines de semana en las llanuras del Tempisque y las faldas de los volcanes.

Admiré el trabajo alegre de los sabaneros, las pericias de los carniceros, la dedicación de los agricultores Y me mortificaron las penurias económicas de tantas personas, la separación de sus familias que vivían los trabajadores en los campamentos de fincas muy lejanas a sus hogares, los ranchos de piso de tierra que entonces campeaban en esas tierras.

Mi lanzamiento político lo efectué en La Cruz.

Soñé con retirarme a una pequeña hacienda cuidando un hato de cría, y experimentando con nuevos cruces para lograr una ganadería más intensiva y amigable con la naturaleza.

El destino me tenía señaladas nuevas dificultades y experiencias para los últimos años de mi vida. Pero me ha permitido disfrutar del desarrollo del turismo, de la disminución de la pobreza, del cambio radical en las condiciones de vivienda y vida de sus habitantes, de la expansión de la educación en Guanacaste.

En estos últimos años la pandemia y sus consecuencias económicas, las equivocadas políticas estatistas, el despilfarro público, la corrupción y el miedo a la innovación institucional, y la invasión de Putin a Ucrania han retrasado el progreso de Guanacaste.

Pero los éxitos del pasado aseguran nuevo progreso.

Con optimismo, con sus alegres güipipías, con la riqueza que su folclor regala a toda nuestra nación, los guanacastecos saben que seguirán progresando gracias a los muchos dones que Dios les ha regalado


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