Miguel Gutiérrez: “La canción de cuna de nuestra nación” en Aportes y criterios (Podcast)
El problema no es pintar la paloma, como le oí a un campesino panameño hace mucho tiempo, el problema es ponerle pico y que coma. Esa paloma que nos pintan al decirnos que bastaría trasladar al gobierno central, probadamente moroso, la obligación total para financiar nuestra seguridad social para reducir la informalidad. Esto puede dañar profunda e irreparablemente el tejido social y la cohesión básica.
Miguel Gutiérrez Saxe, Economista, Educador (Dr.).
La canción de cuna de nuestra nación
Desde el inicio de nuestra República, aún dentro de un marco federativo y después de que se despejaran algunos de los nublados de aquel día, la nación costarricense expresó con bastante claridad una orientación que desde el inicio fue distinta a la de otras naciones centroamericanas.
De esta manera, nuestra primera Constitución llevó como nombre Pacto de Concordia y nuestro primer Jefe de Estado confesó como orientación nacional el lograr una espiga más y una lágrima menos. Las pugnas entre provincias se resolvieron sin guerras prolongadas ni sangrientas. Décadas más adelante, el que llegaría a ser el primer Presidente de la República no federada, Castro Madriz, al inaugurar la Universidad de Santo Tomás, expresó que la ignorancia es el origen de todos los males y que es indispensable para el progreso de los pueblos enfrentar las nuevas condiciones mundiales de competencia con mucha actividad, mucha ciencia y espíritu de emulación.
En el país se colaron los efectos de confrontaciones de terceros y la nación se movilizó cuando llegó la hora de las armas para combatir la gavilla de rufianes que quiso esclavizar a las cinco repúblicas centroamericanas. Forjó sus héroes. Acá la nación consolidó la república con graves costos humanos, su población literalmente fue diezmada. Finalmente, la Patria tuvo su guerra de independencia, casi siete lustros después de recibir esa noticia desde Guatemala. Hubo compromiso y cohesión.
La apertura hacia el mercado internacional, arraigada en la producción de pequeños y medianos propietario, concentrada en la producción de café, fue la fórmula para enfrentar los desafíos económicos. Hubo esperanza. Después lo sabido: un dictador abolió la pena de muerte; años después vino la reforma educativa de ley que se orientó a proporcionar educación primaria a la población, aún cuando para cosechar café no fuera necesaria. Se reforzó la esperanza y la cohesión social.
Ya en el Siglo XX, el enclave bananero no fue tan benevolente en materia educativa o de desarrollo humano, aunque nos legó, sin proponérselo, un sector social que cimentó las reformas sociales, fundamento de nuestra Costa Rica contemporánea; esto sin negar el aporte personal y extraordinario de protagonistas políticos para cristalizar las reformas sociales de los años cuarentas, nuevo fundamento de la cohesión social. Nuestro himno no recurrió al fragor de la batalla para expresar los valores y esperanzas de nuestra nación, teníamos otro fundamento más sencillo y humano.
Además, una pieza clave no podía faltar: luego de una breve tiranía cerrada por el año de la ira (1919), el debilitamiento sistemático del gasto militar, que culminó con la abolición del ejército a mitad del siglo pasado. Así se liberaron recursos valiosos para el desarrollo humano.
Muchos nublados del día pasaron, por cierto, con mucha actividad y acuerdos de los labriegos sencillos y sus descendientes; también algunos sonados conflictos y otras no tan sonadas exclusiones sociales. Todavía en la década de los cuarentas del Siglo XX, fuimos descritos por científicos sociales visitantes como un país de gente descalza y sin dientes, también muy desigual.
De esta forma se dio un desarrollo singular, a ratos sorpresivo, de nuestra Costa Rica. Razón llegó a tener el poeta que recurrió a las imágenes de la paz y del trabajo, esa fecunda labor que enrojece del hombre la faz. Aunque ese mismísimo poeta, en circunstancias que consideró inaceptables y ya no muy lejos de su muerte, propuso cambiar el final por un vibre el rayo, luego habrá paz…
De nuevo hubo esperanza. Las aspiraciones de la sociedad fueron procesadas sobre un creciente desarrollo de la inclusión política, las libertades y los derechos cívicos y sociales. Hubo interrupciones y algunos rezagos, en esta espiral. La modesta guerra civil en lo que se refiere a sangre derramada, fue seguida por una radical transformación de la sociedad, asociada a un profundo proceso redistributivo que llegó a institucionalizarse, en un nuevo aparato público, nuevas clases sociales, más libertades y derechos, incluido el derecho al voto de la mujer, y en la renovación de la producción y la integración regional. Se corrigieron muchos graves rezagos.
Pero se abrieron rutas con nuevos desafíos, riesgos y obstáculos. Tanto así que muchas décadas después caben las preguntas ¿Es posible hoy en día seguir arrullando con la misma canción de cuna a la nación? ¿Cómo darle fundamento a la esperanza, en tiempos de creciente desigualdad y restricción fiscal que comienza a carcomer la redistribución basada en la generación de empleo y el acceso a los servicios públicos?
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