Miguel Martí: +Costa Rica – Lluvia refrescante en el desierto

Y mejorar la democracia es tarea para todos y todas, no solo para los políticos. No necesitamos mano dura, lo que requerimos -con urgencia- son cerebros tranquilos. 

Miguel Martí.
En el cuasi desértico paisaje político de nuestro país el inicio de operaciones de +Costa Rica se recibe como un refrescante aguacero en verano.

Es una organización independiente y no partidaria que se dedicará a capacitar a personas que aspiren a algún cargo de elección de popular “en áreas fundamentales como comunicación, negociación, políticas públicas, transparencia y rendición de cuentas”.

¡Dios mío, cuánta falta hacía algo así!

Hace más de dos décadas, cuando publicaba una columna semanal en un diario nacional, escribí que “la principal variable macroeconómica de nuestro país era la calidad de su clase política”. Era una forma de resaltar el hecho de que, a pesar de ser pequeños en territorio, con poca población, sin petróleo ni minerales preciosos, Costa Rica había logrado un saludable grado de desarrollo social y económico gracias a las sabias decisiones que, a lo largo de nuestra historia, había sabido tomar nuestra clase política. Pero ya no es así.

Basta con haber visto el triste y lamentable espectáculo que nos han ofrecido numerosos diputados y diputadas en las famosas comisiones legislativas, para poder calibrar, sin mayor esfuerzo, cuál es el nivel intelectual que hoy prevalece. Eso sin mencionar el nivel moral.

El deterioro de nuestra clase política es evidente y es alarmante. Y va de la mano con la creciente incapacidad de los partidos políticos por alzarse por encima de intereses particulares y sectoriales para convocarnos a la construcción de una patria justa e inclusiva.
Como en lo esencial los partidos políticos terminaron siendo cascarones vacíos, enfocados prioritariamente en la obtención y defensa de ventajas para los sectores a los que responde, ¿para qué entonces la formación y la capacitación en torno a los grandes desafíos nacionales? Lo requerido de los llamados “dirigentes” es lealtad al que manda y capacidad para arrear votantes a las urnas.

La aparición de una organización como +Costa Rica es un rayo de esperanza. Quizá sirva para que más gente buena y decente se decida a participar y aspire a ser electa. Que más gente pueda entender que al desempeñar un cargo público, su primer y principal deber es buscar el beneficio de la mayoría y no estar al servicio de su partido o fracción o argolla.

A pesar de todos los pesares, Costa Rica sigue siendo un país de inmenso potencial. Para ser el país que podemos y debemos ser, es necesario que de nuevo emerja una nueva clase política que esté a la altura de nuestros sueños.

 

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