Editorial: Nuestro único hogar: lo que se dice y lo que se hace
El mejor premio que el país puede recibir y sobretodo darse pasa por la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, eso también es cierto para los gobiernos locales, las comunidades y la ciudadanía. Lo contrario es simple hipocresía.
Todos los seres humanos sabemos que el hogar verdadero es el Planeta, esta gota que desde algún sitio lejano luce como una canica azul ligeramente veteada de manchones blanquecinos la cual hospeda toda vida imaginable.
Costa Rica como sociedad ha puesto sus ojos en la cuestión ambiental más que por un acto de convicción por uno de prácticas conveniencias. Con la creación de los Parques Nacionales en la década de los setenta del siglo pasado, el costarricense pudo percatarse de la presencia de un creciente turismo, ya no sólo interesado en las playas, el mar azul y el sol, sino también en las aves, en los insectos, en el bosque con sus diferentes facetas según los microclimas y regiones del país. La industria del turismo y lo ecológico como componente importante, ha venido ganando terreno. Por otra parte las serias advertencias de científicos sobre el cambio climático y los niveles de contaminación tan agudos que experimentamos, hacen que la sociedad costarricense preste mayor atención. De repente estos esfuerzos forman parte ya de una cultura interesante de personas y organizaciones que han decidido tomar más en serio la relación con la madre naturaleza.
Es necesario señalar que eso es distinto a esfuerzos que el país ha hecho en procurar premios internacionales o también para congraciarse con platas abundantes destinadas para diferentes propósitos orientados hacia la conservación. Por eso no es fácil poder distinguir entre la honestidad del propósito y la instrumentalización mercantil de la naturaleza para réditos personales u organizacionales, incluso gubernamentales. La verdad es que los mejores esfuerzos son aquellos que se llevan adelante en las comunidades o pequeños grupos de vecinos con genuino interés por vivir en armonía con la naturaleza. Lo cierto es que a pesar de la doble moral existente entre muchos conservacionistas en búsqueda de reconocimiento internacional y graciosas donaciones ambientales y las comunidades que luchan de forma desesperada por la conservación de sus bosques y protección de fuentes de agua.
El paso contundente que debe dar el país, para ser medianamente creíble en sus intenciones y esfuerzos, es la lucha contra el plástico, la lucha por la formación educativa en prácticas ambientales de los más jóvenes y sobretodo establecer políticas coherentes que procuren la armonía de la naturaleza con toda actividad productiva. Pasa por la protección sin ambages del recurso hídrico y por proteger seria y responsablemente los Parques Nacionales.
El mejor premio que el país puede recibir y sobretodo darse pasa por la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, eso también es cierto para los gobiernos locales, las comunidades y la ciudadanía. Lo contrario es simple hipocresía.
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