Olga Goldenberg Guevara.
Adicta impenitente
Han corrido las aguas
Muchas lunas crecientes
alumbraron
y fueron a la mengua
hasta alcanzar a ser
la Lunanueva
Cierto es que entonces
Me dejé seducir
Tu voz se me ofrecía
dulce y limpia
para invocar la luz
la frescura del viento
el fluir del color
la música del fuego
y hacer todo vibrar
entre mis labios
al borde de mi lengua
Qué tentación
tu caudal generoso
tu cálida opulencia
los lazos que bordabas
cerca ya del susurro
Alucinar con vos
hebras en tus agujas
colmaba un apetito
tan pospuesto
tan ávido y urgente
que ignoré las señales
el indicio letal
la ponzoña escondida
suculenta
de la hiel, la cicuta y el madero
en que purgo el pecado
con los brazos abiertos
Y vos fuera de mí
Apretado collar
en mi garganta
Naufragio silencioso
Impávida palabra.
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