Olman Segura: 2021: optimismo con alto grado de incertidumbre

Para hablar sobre las expectativas económicas y socio políticas para el 2021, debemos hacer una referencia de dónde nos encontramos en este momento, a finales del año 2020.  Las proyecciones deben ponerse en contexto, no vaya a ser que las expectativas parezcan poco halagüeñas, cuando en verdad desde mi punto de vista, adelanto, son optimistas en un ambiente realmente preocupante, de profunda depresión. 

Olman Segura Bonilla, Economista (Ph.D.).

La situación mundial y en Costa Rica.

El COVID-19 hizo desastres a las ya mal trechas economías que se arrastraban a finales del 2019 e inicios del 2020.  Esta enfermedad viral infecciosa ha contagiado a más de 80.2 millones de personas y ha ocasionado la muerte de 1.76 millones, y ambas cifras continúan aumentado cada día.  Los enfermos en hospitales a nivel internacional, a diciembre 2020 son más de 100.000 personas.  La respuesta global debió ser el distanciamiento social, la suspensión de clases en escuelas, colegios y universidades, el cierre de puertos y aeropuertos, la suspensión de todo tipo de actividad social, conferencias, congresos u otro tipo de reuniones que aumentarán el riesgo de contagio.  Realmente tuvimos que enfrentar este año lo impensable: prácticamente se cerró la economía y la educación a nivel global.  Esta situación ha transformado todo nuestro quehacer, destruyó la “normalidad” en que vivíamos y ha causado severas consecuencias en las economías a nivel global y de cada país.

Según las estimaciones del FMI la recesión de la economía rondará el -3% del PIB a nivel global; pudiendo llegar hasta a -6.1% para las economías avanzadas y -1% para las economías emergentes.  A nivel de América Latina y el Caribe para el año 2020, de acuerdo con la proyección de la CEPAL de diciembre, la caída será de 7,7% del PIB y un desempleo de hasta 11 %, que significará aproximadamente 5 millones de personas sin trabajo; “la peor en la historia en los últimos 120 años” según nos dice este instituto de investigación especializado.

A nivel de Costa Rica el coronavirus ha infectado a 163.000 personas, ha ocasionado el fallecimiento de 2.065 personas, mantenía 634 hospitalizados a 25 de diciembre de 2020 y contabilizaba 31.661 casos activos.  Igualmente, las consecuencias socioeconómicas han sido impactantes, pues según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) a finales de octubre, se enfrenta una tasa de desempleo como nunca antes, el 21,9% de la población económicamente activa (PEA) y un sub empleo que llega al 18,6%, cifras que representan 526.000 y 447.000 personas afectadas respectivamente.

El déficit fiscal se proyecta en 9,3% del PIB para finales del año.  La situación era difícil al inicio del 2020, pero ahora es mucho peor dado que se han debido crear instrumentos para proteger a las personas que se quedaron sin empleo, los suspendieron temporalmente o bien trabajan parcialmente.  La deuda del país, externa e interna llegará al 70% del PIB, demandando aproximadamente 41% del presupuesto nacional del 2021 para atender amortizaciones e intereses.  Como porcentaje del PIB, Costa Rica tiene en la actualidad un endeudamiento más alto que el promedio de los países de la OCDE y el más alto de los países Latinoamericanos, más que Colombia y México.  La situación de salud es apremiante y el impacto económico y social es profundo.

Las expectativas son altas, pero con alta incertidumbre.

La humanidad entera tenemos gran esperanza en los científicos que se encuentran desarrollando una vacuna para atacar el coronavirus.  Hace tan solo dos semanas, el 8 de diciembre de 2020, se inició la vacunación masiva contra el COVID-19 en el Reino Unido.  En América Latina se inició el 25 de diciembre con vacunas en México, Chile y Costa Rica.   Estas vacunas son las desarrolladas por Pfizer/BioNTech y requieren de un refuerzo a los 21 días de haber recibido la primera inyección.   Comparado con el promedio de tiempo para la búsqueda de una vacuna en otras enfermedades, fue un éxito, un tiempo extremadamente corto; pero de nuevo, un año es relativamente largo cuando frente a nuestros ojos suceden miles de fallecimientos.  En realidad, la pandemia ha causado estragos a nivel global, por lo que la primera expectativa positiva es que los resultados de la vacunación sean efectivos y de verdad se pueda detener la propagación de esta pandemia.  Además, con la vacunación a nivel global, producida por diferentes laboratorios y la aplicación de estrictos protocolos para la apertura en los países, las economías irán restableciéndose poco a poco.

Segundo, aunque ya se ha anunciado la aparición de una nueva cepa o variante del coronavirus en el sur del Reino Unido, la esperanza es que esta sea controlada con la vacuna y otras medidas que se han aprendido a lo largo de la terrible experiencia vivida en este año.  El gobierno británico ordenó el 25 de diciembre de 2020 el confinamiento para aproximadamente 20 millones de personas en Inglaterra y Gales, pues según los datos que circulan en las noticias este virus tiene un mucho mayor poder de contagio.  Las teorías conspirativas de personas que niegan la existencia de la pandemia, o que están en contra de la vacunación, pululan y hacen dudar a la ciudadanía.  Sin embargo, ya existen todo tipo de protocolos para evitar y reducir la propagación del coronavirus y si las personas son respetuosas y disciplinadas la esperanza es que se pueda enfrentar con éxito este virus.  La calma, la seguridad, la certidumbre y la confianza en la ciencia y desarrollo tecnológico deben privar sobre el pesimismo de algunos pocos.

Un tercer elemento para generar optimismo para el 2021, es que los países desarrollados han decidido inyectar grandes sumas de ayuda a las personas y las empresas afectadas por el COVID-19.  Estos países han sido los primeros en introducir medidas de política complementarias para amortiguar las consecuencias de la enfermedad, tanto a nivel individual para proteger a las personas vulnerables, como también a las empresas, especialmente a las pequeñas y medianas empresas (PYMES), de modo que regrese el dinamismo en la actividad económica.  Contrario a la idea de la restricción del gasto de gobierno, el gasto fiscal ha crecido como nunca y la deuda pública según datos del FMI ha aumentado en promedio hasta 20 puntos porcentuales; pero se trata de los países desarrollados del primer mundo, los europeos, Estados Unidos y Canadá, que tienen importantes márgenes para este tipo de acciones y una expectativa de respuesta post covid con alto potencial.  La apertura gradual que realizan estos países y la vuelta a una “relativa normalidad”, inspira, consuela y brinda tranquilidad a las personas que retoman sus trabajos y empleos, logrando así ingresos que hace meses no tenían.  Estos ingresos les permitirán de nuevo comprar alimento y servicios que hasta hace poco no podían consumir y paso a paso se irá generando la rotación de mercancías, servicios y fuentes de trabajo y empleo, que son el ingrediente positivo necesario para el sector productivo, las cadenas de producción y a la economía.  Muy probablemente será en el segundo semestre del 2021 que tendremos una mejoría visible en la economía, pues el primer semestre será de vacunación, reapertura económica y de educación, lo mismo que de ajuste en los mercados laborales.

Los elementos globales de esperanza en el primer mundo son tan sólo rayos de luz en las penumbras que vivimos los países menos desarrollados, altamente endeudados y que mantienen problemas estructurales que ahora se han visto develados por la pandemia.  Si bien es cierto, la confianza en la efectividad de la vacunación y su impacto positivo en la apertura regulada impactará positivamente en nuestros países, el ritmo será más lento y requerirá de generar confianza a lo interno de nuestros países.  Por ejemplo, una de las fuentes más importantes de ingresos y generación de empleo en Costa Rica, en los últimos años, ha sido el turismo, y para que éste pueda reactivarse deberán mantener ingresos las personas de países desarrollados y confianza en el manejo de la pandemia y la seguridad ciudadana en los países de destino.  El retorno a nuestras bellezas naturales será lento a pesar de contar con increíbles condiciones que nos posicionan de manera altamente competitiva, como son la salud humana universal obtenida a través del sistema de salud nacional, la buena educación, el manejo de gran parte de la ciudadanía de un segundo idioma y la inexistencia de ejercito.  Pero aún así, regresar a los indicadores que teníamos antes de la pandemia tomará varios años.

El sector servicios vinculados con turismo y con otras áreas de la economía que se ha visto sumamente afectado depende en gran medida de los sectores turismo, industria, comercio y agropecuario.  Transporte de visitantes, de mercancías, de trabajadores, contabilidad, manejo de inventarios y servicios de teneduría de libros, auditoria, finanzas, banca, limpieza de espacios privados y públicos, oficios domésticos, vendedores y muchos otros oficios formales sólo volverán cuando sean requeridos por los sectores reales de la economía que los requieren.  De aquí que son urgentes las políticas económicas de salvamento de empresas, eliminación de tramitología, facilidad de crédito con garantías flexibles o bien un fondo de avales, apoyo a las PYMES y de reactivación económica en general.  Políticas claras, con recursos asignados, responsables de implementación, cronograma de trabajo, metas intermedias y de mediano plazo y un seguimiento permanente para rectificar en caso de que sea necesario.

Para lograr ejecutar estas políticas económicas de reactivación se requiere de estabilidad macroeconómica, incluyendo un manejo adecuado del déficit fiscal.  Lamentablemente Costa Rica no posee las mismas condiciones de los países desarrollados para continuar aumentando el déficit fiscal y el endeudamiento, mucho menos si no realiza ajustes a lo interno que generen mayor eficiencia del gasto estatal.  En otras palabras, no tenemos la misma plata que los países desarrollados, por lo que es altamente importante la definición clara de una ruta económica por parte del gobierno, específicamente cómo se va a manejar el endeudamiento, los disparadores del gasto, los ingresos tributarios y en fin la reducción paulatina del déficit fiscal.   Es de esperar que sea responsabilidad del gobierno marcar la ruta a seguir, pero ante la vacilación, el titubeo, la incertidumbre o la ausencia de una definición clara, será igualmente responsable el poder legislativo de guiar el país y de manera transparente explicar la gravedad de la crisis que enfrentamos, como también el impacto posible de no hacer nada y caer en una crisis aún mayor.   El 2021 será un año de decisiones en esta materia a nivel político, que tendrá implicaciones en lo económico social.

El año preelectoral debe llamar a la acción y el debate responsable.  Las decisiones de política económica van de la mano con el impacto positivo o negativo en el ámbito social y de inversión en el ambiente y los recursos naturales.  Estamos a las puertas de una nueva elección nacional para elegir las personas diputadas y la persona Presidente de la República.  El año pre-electoral nos debe llenar de optimismo al generar el espacio adecuado para hablar con la verdad, para discutir los temas más relevantes de nuestra sociedad, para definir un rumbo para donde queremos que se desarrolle nuestro país.  Es tiempo de diálogo sincero, sin dogmatismos, que toquen los temas sensibles como la negociación con el FMI y otros organismos internacionales, o bien las fuentes de ingresos que requerimos para generar la reactivación económica urgente que tenemos pendiente, pero también cómo se puede reducir la enorme carga que significa el aparato estatal al país, su eficiencia, la duplicidad de funciones y de instituciones, la importancia del ingreso mínimo vital para las personas sin ingresos como las mujeres amas de casa, las personas discapacitadas y otros.  A algunos gremios les fascina que se toquen estos temas para iniciar la confrontación y se olvidan de que ante todo debe prevalecer el interés común, el interés de una Nación más justa, equitativa y democrática que el interés de uno o más gremios.  La dicotomía entre empleados y empleadores, sector privado y público debe ser entendida y transformada en una alianza entre los grupos complementarios, que más bien generarán condiciones para el bien vivir.

La economía después de esta pandemia y de esta crisis global será diferente a la llamada normalidad que teníamos antes.  Es una ilusión pensar que volveremos a los tiempos pasados.  La educación ahora utilizará la bimodalidad, el teletrabajo será una actividad que llegó para quedarse en ciertas áreas, la reducción del transporte la movilidad se ha convertido en beneficio económico, de salud y reducción de estrés para muchas personas, los envíos de comida en vez de hacer fila en restaurantes, o el cine en casa son actividades mucho más normales que las que hacíamos.  En este sentido, debemos aprovechar al máximo la innovación y las nuevas tecnologías para reinventarnos; debemos transformar la crisis en oportunidad; solo así lograremos nuestra aspiración de construir un país menos desigual, más próspero, más desarrollado, que cuida la salud de las personas y el ambiente.


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