
En primer lugar, el Homo sapiens es un animal con todas las estructuras agresivas prestas a manifestarse y en segundo lugar, hace uso de su inteligencia para tomar ventaja sobre sus iguales, a menudo en forma ilícita, lo que lo convierte en un delincuente, de cuello azul, blanco o del color que se quiere. Suscribo el dicho de las viejecitas de antaño: “no hay santo en qué persignarse” pues debajo de las apariencias de bondad, principios y buenos modales, en cualquier momento salta el lobo feroz que todos llevamos en un cuerpo disruptivo de los condicionamientos sociales, producto de atávicos genes, sin el control mental debido.
Hará un par de años, un ladronzuelo sustrajo un teléfono celular y el dueño enfurecido, no sólo le da alcance, recupera el objeto robado, sino que lo mató a golpes, a vista y paciencia de todos los curiosos. Pero mientras escribo este ensayo, la T.V. ilustra el caso de un atropello y el pobre hombre en su huida, el chofer la da alcance y vilmente, a machetazos, lo remata a muerte. Pienso que los genes de los Neandertales y del Hombre de CroMagnon, a veces se expresan tardíamente y cometen esos actos de crueldad. Ahora en el país se ha puesto de moda el sicariato, como una organización cuyos integrantes asesinan por la paga, asunto inicialmente ligado al ajuste de cuentas en el narcotráfico. Pero se ha extendido, pues no solo ocurre para reclamar el dinero de la venta de drogas, sino para cobrar una afrenta de honor, por mera ambición o por líos de faldas, en que una amante despechada puede pagar hasta lograr una muerte punitiva, cuando se excede el castigo. Pero también hay casos más refinados, una persona, aparentemente socializada, puede pagar un sicario social, para denigrar o insultar a otros. La venganza y la ambición en sus múltiples manifestaciones es parte de la condición humana que se encuentra en un frágil equilibrio entre los 7 pecados capitales y las 7 virtudes cardinales. Los casos de bullying en escuelas y colegios no es sino una premonición de lo que ocurriría en la edad adulta, en la que una manzana sana puede llegar también a descomponerse… y contagiar a los demás. Es la existencia de una base biológica delincuencial, pues el ser humano es un animal con vestimenta y aparente comportamiento social.
Pero este asunto de que el ser humano es altamente vengativo, con o sin razón, ya está documentado en varios pasajes bíblicos del Antiguo Testamento. En efecto, son bien conocidos el relato de Caín quien mató a su hermano Abel y de la historia de José, abandonado en un pozo por sus hermanos. Pero poco se menciona la degollina colectiva a resultas de una discusión entre los sacerdotes de Baal y los de Jahveh (Libro de los Reyes, 18(40). Pero más serio aún es la historia de Dina (Génesis, 34 (25-28). El amor de dos adolescentes de tribus diferentes originó un malestar en la familia de Dina y luego de un aparente acuerdo, sus hermanos invadieron el campamento con la ventaja de la noche y el acuerdo de paz, matando todos los varones y esclavizando a mujeres y niños, al tiempo que se apropiaban de todos los bienes. Así, todo se redujo a una aparente venganza de odio, pero con la cual se obtuvieron ventajas económicas y castigo al infractor, en escala expandida.
He pensado en todo eso, hoy al cumplirse un año de la invasión rusa a Ucrania. La madre Rusia que siempre se quejó que ella fue invadida en el pasado (Napoleón y Hitler), se le olvidó que muchas de las naciones miembros de la antigua URSS, estaban sometidas por la fuerza y hoy libres dichosamente, pero en pleno siglo XXI todavía ocurren actos de invasión territorial, ante el desprestigio de la comunidad internacional. Y a este respecto, la historia de la Humanidad no puede olvidar las purgas de Stalin y los destierros de los disidentes a Siberia, así como tampoco el exterminio de judíos y la limpieza étnica de Hitler. Pero en general se prefiere no hablar de los dolorosos actos del pasado, tales como la explotación europea en África o la colonización de España y Portugal en América, con el comercio de esclavos y la explotación de los recursos naturales. Si bien es cierto, son rasgos de la historia, pero una clara manifestación del poderío del más fuerte en su propio beneficio. Se debe extender el criterio de las relaciones de poder en las injusticias entre las relaciones humanas, porque también aplica a los países: el pez grande siempre se come al más pequeño, ahora no en relaciones alimentarias, sino en relaciones de poder.
No sé como llegó a mi biblioteca un grueso libro ricamente ilustrado: las guerras del siglo XX, que entre pequeñas y grandes batallas, expone la naturaleza bélica del ser humano. Y la carrera armamentista sigue al no olvidarse el aforismo latino de la paz estable: “si vis pacen, para bellum”: si quieres la paz, prepárate para la guerra.
En la extinta Librería Valerín, sobre la “extinta Avenida Central” que se localizaba frente a la extinta Librería Lehmann, se vendían libros muy variados y como eran ediciones populares, resultaban baratos y accesibles para los estudiantes universitarios, habiendo libros de bolsillo de cinco colones, moneda hoy casi extinta. En ese tiempo, en forma integral se revisaba en Estudios Generales de la UCR, la Historia de la Filosofía (Teodoro Olarte) y en forma concurrente, la Historia de la Cultura (Hilda Chen Apuy), y en un intento por desasnalizar a los estudiantes que recién ingresábamos a primer año de la Universidad, las clases de Apreciación de Artes Plásticas de don Paco Amiguetti. En una de las ocasionales visitas a dicha librería, me voy encontrando un librito sobre Historia de la Crueldad Humana y en una revisión somera, lo que se dice una ojeadita, fue suficiente para todo un año de pesadillas, dada la diversidad de odiosas formas de crueldad y castigo hacia el ser humano. Naturalmente, las ejecuciones y cuartos de tortura bajo los tribunales de la Santa Inquisición, necesariamente han de contar como ejemplo de la intolerancia religiosa y los actos de crueldad, en nombre de la religión y prohibición de las manifestaciones de los librepensadores. En esos tiempos medievales, pensar en forma diferente, era pecado mortal.
Pero, por todo lado que se vea la Historia de la Humanidad y lo que se relata en la literatura, siempre estará presente el espíritu destructor del ser humano. Cuando se lee la Catedral del Mar, la muerte a garrote vil, es uno de las formas de ejecución más dolorosas, en otras palabras, matar a garrotazos y por quebrantamiento de huesos y destrucción de los órganos internos del condenado. Pero ya sabemos que los judíos eran culpados de todos los males y plagas dondequiera que vivieran y los guetos en los diferentes países forman parte de la ignominiosa historia de la Humanidad. O sea que, los crímenes de odio son de larga data. Pienso con dolor en los ataques de castigo, como ocurrió en la tranquila Costa Rica en tiempos de la conquista que envió un “batallón” a castigar a los indios de Talamanca para que pagasen con sus vidas por un ataque mortal acaecido con anterioridad. Igual sucedió en Lídice, aldea checa donde toda la pequeña población fue fusilada por no delatar quien mató a un soldado y el mortal sitio de Leningrado que dio origen a actos de canibalismo por necesidad; a las bombas atómicas sobre Japón y al triste bombardeo de Dresden en la Segunda Guerra Mundial, una ciudad abatida y que no era un objetivo militar de importancia, reducida a escombros. Sería largo y tedioso seguir relatando historias de la crueldad humana. Mientras oía una brillante investigadora de los fenómenos cósmicos y hablaba de los ignotos misterios (expansión del universo, materia oscura, antimateria, evolución galáctica) hizo una breve referencia a los huecos negros en su país, donde se tiraban como basura a los seres humanos en mazmorras, cuya única esperanza era la muerte. Y se cuenta que en el Medio Oriente, los vencidos que eran encarcelados, se les cortara la lengua para que no hablaran, se les atravesaban los oídos con punzones para que no oyeran y se les volvía ciegos con palos ardientes. En fin, reducir la condición humana a la de un animal indefenso, sin esperanza pero consciente de su desgracia.
Concluyo: el Homo sapiens es el animal más cruel y ambicioso de la creación… y seguirá siéndolo mientras los buenos no hagamos frente común ante los malos. A este respecto, Frente a la entrada del Centro Cultural el Thereseum en Viena, hay un pequeño pero significativo monumento al Holocausto Judío, con un breve texto: “recordar para nunca olvidar”. Mi amiga, la nonagenaria escritora Myriam Bustos en uno de sus libros transcribe un viejo dicho de la reconquista española, que por su interés cito: “Y vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios protege a los malos, cuando son más que los buenos.”
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