Óscar Álvarez: Juicio y muerte de Sócrates

Sócrates ofreció pagar multas, pero sus acusadores se aferraron la pena de muerte. Sus amigos y seguidores le recomendaron huir, lo cual hubiera sido aceptable para la ciudadanía, pero él se negó a seguir dichos consejos y prefirió aceptar la voluntad del Tribunal y someterse a la ley de la ciudad.

0

Óscar Álvarez ArayaPolitólogo (Ph.D.)

Sócrates nace en Atenas, Grecia, cuna de la democracia, en el año 470 a. de C.

Filósofo griego, fundador de la filosofía moral, padre del estoicismo y maestro de Platón, quien luego fue maestro de Aristóteles.

No escribe ningún libro y no funda ninguna Escuela. Pero cuenta con un buen número de discípulos y es admirado por los estoicos como modelo para una vida superior. Se mantiene alejado de la política, de la asamblea, de los negocios y de la carrera militar. Dedicado fundamentalmente a la educación; enseñaba a practicar la virtud, la justicia y la honradez. Es decir que era un educador y un moralista.

Hijo de Fenáreta, una partera y de Sofronisco, un escultor. Como buen ateniense estudia primeramente literatura, música y gimnasia y luego retórica y dialéctica. Al principio se dedica a la escultura como su padre y posteriormente, se desempeña como soldado en las batallas de Samos, Potidea, Delio y Anfípolis.

Se casa con Xantipa con la que engendra dos hijas y un hijo. Se dice que ella trataba mal a Sócrates y era despectiva con respecto a su actividad filosófica.

A través de la historia es descrito como un hombre feo, de baja estatura, rechoncho, de ojos saltones y vientre abultado. Toda su vida transcurre en la pobreza, andaba descalzo, siempre con la misma túnica y comía lo más barato. Subsistió gracias a la herencia de su padre.

Jenofonte le define como un sabio que busca el conocimiento y la virtud, mientras que Aristófanes lo percibe como un sofista. Su discípulo Platón, en sus Diálogos, lo describe como un sabio y un gran maestro que enseña a llegar a la «verdad».

Tenía una proverbial facilidad de palabra y su sistema de enseñanza era la «mayéutica» que comparaba con la labor de su madre, la partera, como una forma de ayudar al discípulo a dar a luz sus ideas. Consideraba que el primer paso del conocimiento es admitir la propia ignorancia, la ausencia de conocimiento y como medios de indagación, utilizó la pregunta y el diálogo; en vez de ser un predicador fue un preguntador profesional. Siempre se le recuerda por su célebre frase: «Sólo sé que no sé nada». Muy buen punto de partida para quienes pretenden pasar de la ignorancia al conocimiento y de la estupidez a la sabiduría. Esta es una perspectiva muy diferente a la de quien pretenda saberlo todo y crea ser depositario de las verdades últimas y absolutas.

Con esa frase Sócrates se coloca en las antípodas del dogmatismo, revelándose como verdadero filósofo, es decir amante y buscador del conocimiento y la sabiduría.

No se conocen exactamente sus ideas políticas, pero debe haber sido crítico de la democracia ateniense y de su presunción de que cualquier hombre puede desempeñar cualquier puesto. Parece que dijo que «no es la mayoría la que decide qué es lo bueno y qué lo justo». Y si nos guiamos por las ideas de su discípulo Platón joven, posiblemente a Sócrates le gustaba el gobierno de los sabios.

Para este filósofo la virtud es conocimiento, al cuál se llega por medio de la disensión. Pero a causa de el hábito y la actitud de cuestionar, y más aún, de «aguijonear», era visto con malos ojos por algunos y acusado de impiedad y de corromper a la juventud, pues consideraban que los alejaba de los principios de la democracia.

Platón presenció el juicio de su maestro, el cual narra en la Apología de Sócrates. El sabio fue acusado por los políticos Anito, Meleto y Licón, quienes le imputaron de impiedad, de corromper a la juventud, de promover dioses diferentes a los de Atenas y hasta de cobrar por sus clases. En una defensa histórica y brillante, Sócrates niega y refuta las acusaciones y afirma que sí creía en Zeus, en Júpiter, en Atenea y en los dioses de la ciudad.

Desde luego, Sócrates no tuvo el derecho a un debido proceso, no se le permitió contar con un abogado defensor, ni tampoco con un juez imparcial. El «juicio», entonces, fue más bien un linchamiento perpetrado por quienes tenían el poder político y militar frente al indefenso filósofo que apenas pudo realizar una brillante alocución frente a quienes eran jueces y a la vez la parte acusadora.

El Consejo de los Quinientos era el órgano de gobierno de la democracia. Integrado por ciudadanos mayores de 30 años que representaban a las diez tribus de la polis, tenía poderes deliberativos, judiciales y administrativos. Entre sus funciones se incluía: vigilar el culto religioso, elaborar las leyes, controlar el empleo de los dineros públicos, controlar a los magistrados y manejar las relaciones con otras ciudades. Este órgano jugaría un papel trascendental para que tuviera lugar unos de los juicios más injustos de la historia de la humanidad.

Por recomendación y por dictamen de mayoría y dictamen de minoría de sus inquisidores, el Consejo de los Quinientos, conformado por los quingentésimos hombres más poderosos de Atenas, se le condena a beber la cicuta, es decir, se le condena a muerte y fue obligado a suicidarse después del juicio que tuvo lugar en el Mercado Central de Atenas. El jurado, compuesto por 501 ciudadanos, determina que el resultado de la votación fue de 221 votos contra 280 a favor de la pena de muerte. La mayoría lo condenó.

Ejemplo de antología de cómo aun en un sistema democrático, tal como el ateniense, se puede violar los derechos humanos; las libertades de pensamiento, de expresión, de cátedra y del derecho a la vida, y de un debido procesamiento judicial. El más grande sabio de la Atenas de su tiempo fue víctima de ello.

Sócrates ofreció pagar multas, pero sus acusadores se aferraron la pena de muerte. Sus amigos y seguidores le recomendaron huir, lo cual hubiera sido aceptable para la ciudadanía, pero él se negó a seguir dichos consejos y prefirió aceptar la voluntad del Tribunal y someterse a la ley de la ciudad.

Entonces, llevó a cabo su ejecución bebiendo la cicuta y, mientras sus alumnos rompían en llanto, muere el sabio en en la ciudad de Atenas en el año 399 a. de C. a sus 70 años. La muerte de Sócrates se había consumado. La clase política ateniense, había matado y martirizado, sin saberlo, a quien se convertiría en el padre de la filosofía occidental.

COVID-19
Suscribase COVID-19

También podría gustarte Más del autor

Comentarios

Cargando...