Óscar Arias: La renegociación de nuestra deuda externa en mi primer Gobierno
Si en mi primer gobierno fuimos capaces de renegociar nuestra deuda externa con la banca comercial internacional, hoy, cuando el 77% de nuestra deuda es “deuda interna”, ¿qué esperamos para sentar a los gerentes y a los presidentes ejecutivos de nuestras entidades públicas para renegociar las condiciones de la deuda que está en sus manos?
Óscar Arias Sánchez, Politólogo (Dr.).
Cuando Jim Baker, secretario de Estado en el gobierno del presidente George Bush, me manifestó que quería apoyar nuestro Plan de Paz junto con Bernie Aronson, subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio, lo hizo en respuesta a mi sugerencia de que la gran potencia del Norte nos permitiera a los centroamericanos continuar nuestro propio camino, ya que los cinco presidentes nos habíamos comprometido a cumplir lo que habíamos pactado en Guatemala. El destino de treinta y cinco millones de centroamericanos estaba en nuestras manos y no podíamos defraudar a nuestros pueblos. Y cuando Jim Baker me preguntó en qué podía ayudar su gobierno a mi país, yo le manifesté que estábamos en medio de una delicada negociación de nuestra deuda externa y que su apoyo era vital para que pudiéramos concluirla con éxito.
Varias lecciones importantes aprendimos en el proceso de renegociación de nuestra deuda externa. En primer lugar, fuimos capaces de explicarles a nuestros acreedores que la decisión unilateral de no continuar con el servicio de la deuda externa no significaba que no deseábamos pagar, sino que no podíamos hacerlo, ya que continuar amortizando nuestra deuda, como ocurrió hasta junio de 1986, implicaba tener un crecimiento económico muy bajo e incumplir nuestras promesas de campaña. En segundo lugar, la renegociación de nuestra deuda externa nos demostró lo mismo que la negociación sobre la paz en Centroamérica: que el diálogo produce milagros, y que aunque las discusiones sean tensas y tirantes, a veces es necesario evitar la confrontación y saber ceder y transar con humildad, pues en toda negociación uno no siempre consigue lo que quiere, sino lo que es posible. Mi más profundo agradecimiento a la delegación costarricense de negociadores, integrada por Eduardo Lizano, Ernesto Rohrmoser, Fernando Naranjo y Silvia Charpentier.
El 5 de mayo de 1990 firmamos en el Museo Nacional los convenios de reestructuración de nuestra deuda con la banca comercial. Dije en aquella oportunidad:
“Hoy es un día muy especial para nosotros en Costa Rica, para América Latina y para las relaciones de amistad con los Estados Unidos de Norteamérica. Nos hemos reunido para firmar un acuerdo mediante el cual mi país comprará su deuda externa de la banca internacional privada. Con esta medida nos ahorramos más de mil millones de dólares. Se trata de la operación económica individual más beneficiosa en la historia del país. En esta administración uno de nuestros compromisos más queridos fue con la patria joven. Queríamos sembrar para el futuro y nos empeñamos en liberar al país del gran lastre que significan los elevados compromisos financieros relativos a la deuda externa. Hoy hemos contribuido a ello… Comenzamos nuestra administración compartiendo muchos sueños y esperanzas. Juntos hicimos realidad gran parte de ellos. Estoy seguro de que este pueblo seguirá sembrando paz y cosechando desarrollo”.
Corolario
Si en mi primer gobierno fuimos capaces de renegociar nuestra deuda externa con la banca comercial internacional, hoy, cuando el 77% de nuestra deuda es “deuda interna”, ¿qué esperamos para sentar a los gerentes y a los presidentes ejecutivos de nuestras entidades públicas para renegociar las condiciones de la deuda que está en sus manos?
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