Óscar Arias: Zona de contrastes América Central, dos palabras y una pequeña región geográfica

Nunca como hoy se juega el destino de la democracia y la libertad para muchos millones de hombres. La batalla por la democracia no la decidirán las armas. La mejor contribución que puede hacer Costa Rica a la paz en Centroamérica es preservar la paz en su propio suelo.

Óscar Arias Sánchez, Politólogo (Dr.).

Fragmentos del discurso pronunciado por Oscar Arias Sánchez en el Acto de Colación de grados de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, el 3 de Junio de 1984.

Sinónimos hoy de un grave problema que sobrepasa los límites regionales. El istmo centroamericano es una zona de grandes contrastes. Existen desigualdades entre los cinco países y entre los hombres que los habitan: hay pueblos en Centroamérica donde los habitantes pueden elegir a sus gobiernos, otros en que no; hay pueblos en que los derechos humanos se respetan o se lucha por ellos, otros en que se violan diariamente; hay pueblos donde las luchas fratricidas tienen lugar en campos y ciudades, otros en que la convivencia pacífica es ejemplar. Entre sus hombres hay músicos y poetas que son orgullo de la humanidad, junto a miles y miles de hombres y mujeres analfabetos; hay pintores y escultores que han sobrepasado las fronteras en sus expresiones artísticas, como dictadores que han también sobrepasado las fronteras con expresiones de crueldad en décadas de sombría historia.

Podríamos seguir señalando contrastes casi hasta el infinito en estas tierras de esperanza para unos pocos y dolor para otros muchos. Hoy nos hemos transformado en una amenaza para la paz mundial. Junto  al Líbano, a la par del conflicto Irán-Irak, Centroamérica es un detonante potencial de una guerra generalizada.

Destinos de paz

¿Por qué hemos llegado tan lejos? ¿Cómo explicar hechos que parecen conducirnos irrevocablemente a una conflagración? ¿Cómo hacer para que soluciones políticas puedan augurar destinos de paz? Estas son algunas de las interrogantes que angustian al costarricense y, en general, al latinoamericano. Intento hoy comentar algunas de estas interrogantes. El Gobierno de Estados Unidos ha declarado, sin ambigüedades, que considera a los comandantes sandinistas de Nicaragua como una amenaza marxista que puede extenderse al norte, a través de México, hasta sus propias fronteras; y al sur, a través de Costa Rica, hasta el Canal de Panamá. También ha declarado que la guerrilla de El Salvador se sostiene por la ayuda militar y el apoyo que, por Nicaragua, proviene de Cuba.

Si a estas declaraciones agregamos las de la Unión Soviética, Cuba y Nicaragua, no cabe duda de que, a los ya graves problemas centroamericanos plasmados en el esquema Norte-Sur, se agrega una fuerte connotación de enfrentamientos entre el Este y el Oeste.

Fuerzas exógenas

Para nadie es un secreto que existen acciones militares en la región a las que el gobierno de Estados Unidos contribuye a financiar. Para nadie es un secreto que existen fuerzas desestabilizadoras en varios países del área, financiadas por el mundo socialista.

La influencia más determinante y decisiva la ejerció en el pasado Estados Unidos. Con su actual política exterior, que va desde ayuda económica, como la Iniciativa de la Cuenca del Caribe y el Plan Kissinger, hasta el envío de poderosas flotas de guerra a ambos océanos, o la realización de grandes maniobras militares en Honduras, fuerte ayuda militar a El Salvador y financiamiento de actividades encubiertas en Nicaragua, Estados Unidos parecen indicar, con determinación, que intentan mantener su hegemonía sobre el área centroamericana. Esta pretensión es desafiada en los hechos por el apoyo del bloque socialista a la persistente guerrilla salvadoreña, a la guerrilla guatemalteca y al gobierno sandinista de Nicaragua. La perspectiva de un enfrentamiento entre el Este y el Oeste está presente y produce inquietud y angustia.

Las democracias emergentes de América Central han debido hacerse cargo de importantes luchas antiguerrilleras en el interior de sus territorios. Estas democracias, al igual que la vieja democracia costarricense, han tenido que afrontar la distribución de sacrificios más aguda del presente siglo. La depresión de los años 30 fue leve, comparada con la actual crisis económica. En su conjunto, los países de América Central han visto disminuir el ingreso per cápita de sus habitantes en más del 15% en los últimos tres años, según cifras de la Comisión Económica para la América Latina de las Naciones Unidas.

La ayuda económica que hoy recibe Centroamérica para su democracia vieja y para las nuevas nunca fue tan condicionada como lo es en la actualidad. Tanto el financiamiento multilateral como el bilateral se subordinan al establecimiento de una política económica decidida desde fuera. En la mayoría de los países del área se han aprobado leyes de emergencia económica y programas de austeridad elaborados por el Fondo Monetario Internacional, con un elevado costo social para las grandes mayorías de nuestros pueblos.

Pero el deseo de influir e imponer condiciones, por parte de las grandes potencias, no se ha limitado al ámbito económico. De una u otra manera se nos ha forzado a identificarnos con alguna de las partes en conflicto.

Pacifismo y neutralidad

Ante la guerra que hoy se libra en Centroamérica, nosotros proclamamos la neutralidad. La neutralidad que declaró el Presidente Luis Alberto Monge como la política oficial de Costa Rica frente al conflicto centroamericano tiene profundas raíces históricas.

Nuestro pacifismo se funda en la vocación del maestro de escuela que fue nuestro primer Jefe de Estado; en el gesto de aquel agricultor -José Figueres- que disolvió su ejército triunfante; en la norma constitucional que proscribe el ejército; en la confianza y la observancia del Derecho Internacional; en el respeto al pluralismo que vivimos y que es pilar de nuestra política exterior. De la arraigada vocación pacifista del pueblo costarricense surgió nuestra proclamación de neutralidad perpetua, activa y no armada en los conflictos militares de otras naciones.

Modelo de la paz

Desde mucho tiempo atrás -lustros de historia- Costa Rica pensó en promover en el área un modelo de desarrollo que proscribía el autoritarismo, reemplazándolo por la creación de estructuras democráticas. Un modelo en donde se desterraba el militarismo y se promovían la educación, la salud y la distribución de la propiedad. Un modelo impulsador de la paz entre los vecinos, para compartir anhelos libertarios y solidaridad.

Costa Rica suprimió sus fuerzas armadas para mostrar con hechos el modelo que deseaba impulsar. En Centroamérica surgió, sin embargo, un tenebroso escenario de dictaduras militares, de erosión de las legitimidades democráticas y de fortalecimiento de regímenes autoritarios, perpetuándose órdenes económicos y sociales obsoletos e injustos.

Si bien Costa Rica no pudo desarrollar plenamente las metas que se había fijado, logró transformarse en un factor de equilibrio político, económico y social en la región. Una Costa Rica con instituciones que garantizan la resolución pacífica de los conflictos se convierte en el sueño de libertad para toda Centroamérica.

Hoy nuestra democracia es algo más que una simple forma de gobierno o una estructura institucional. Hoy nuestra democracia es básicamente una forma de 75 vida: es la negación de la intolerancia, de la intransigencia y de la arbitrariedad; es la antítesis de la fuerza represiva y del fanatismo dogmático.

Deseamos que sea el espíritu de tolerancia el que prevalezca en Centroamérica. No deseamos exportar, y mucho menos imponer, nuestra forma de vida y de gobierno; deseamos que nuestra región no sea devastada por la conflagración desastrosa de un conflicto entre pueblos hermanos. Queremos paz, justicia social, progreso generalizado y libertad para todos los pueblos de América Central.

Los partidos políticos y los sindicatos tienen en mi Patria un vigor y una profundidad ideológica atípica en el istmo. Las cooperativas tienen más alta participación en el producto nacional que en cualquier otra parte de la región. El sistema de seguridad social protege a la casi totalidad de la población, y en educación gastamos el 8% del producto nacional. Gracias a esta identificación, genuinamente costarricense, Costa Rica puede soslayar hoy con dignidad una profunda crisis nacional, mientras sufre directamente las consecuencias de la inestabilidad regional. Costa Rica no es parte de los conflictos de Centroamérica, pero los conflictos de Centroamérica son parte de los problemas de Costa Rica.

Los costarricenses nos enfrentamos a un viejo reto histórico: o influimos con nuestro ejemplo en el desarrollo centroamericano, o terminará Centroamérica por absorbernos en su vorágine de absolutismos y violencia.

Las graves tensiones entre los países de la región se han agudizado por la participación de actores extrarregionales. La intervención de esos actores es la que le da al conflicto centroamericano las características de un enfrentamiento de bloques ideológicos, cuyas consecuencias pueden llegar a ser insospechadas.

Reconciliación o guerra

Contadora nace como un esfuerzo, cercano a la región, que intenta gritarle al mundo que la guerra debe ser sólo un último recurso. Las relaciones entre los Estados sólo podrán mejorar como producto de reconciliaciones genuinas. El Presidente Monge ha dicho en varias ocasiones: Contadora o el caos. En términos costarricenses, ello significa: o reconciliación nacional o lucha fratricida permanente; o democracia política o tiranías -de uno u otro signo. Belisario Betancourt dijo en una ocasión que Centroamérica no puede ser ya más la tierra donde los campesinos empuñan armas ajenas y caven sus propias sepulturas. Sabias palabras de este Presidente amigo.

El camino del futuro para Centroamérica no deben señalarlo los extremismos de derecha o de izquierda que, por naturaleza, casi por definición, son antidemocráticos. Hay una tragedia en Centroamérica cuando la lucha del demócrata se utiliza para cambiar la dictadura de un signo por otro signo. Pero hay también una tragedia en Centroamérica si el retorno al sistema democrático ha de enmarcarse en un esquema de represión militar. Esta segunda tragedia puede llegar a constituirse en un crimen histórico: que Centroamérica pierda la fe en el sistema democrático. Nada más grave que utilizar a las democracias para la consecución de esquemas de dominación como antaño se utilizó a las dictaduras. Las democracias necesariamente deben asociarse con más libertad, más independencia, más solidaridad, más justicia y mayor desarrollo para los pueblos.

Promovemos la paz

La neutralidad que hemos adoptado los costarricenses no implica pasividad ante el conflicto centroamericano. Nos preocupa el destino de nuestros hermanos y queremos ayudar. Contribuimos hoy a promover la paz en el área.

Creemos que no puede haber paz sin libertad para los pueblos y sin respeto entre las naciones. Creemos que no puede haber paz sin democracia y sin justicia. Costa Rica puede, con orgullo, mostrarles a nuestros hermanos centroamericanos que es posible elevar el nivel de vida de un pueblo dentro de un esquema de democracia y libertad. El fanatismo totalitario sólo conduce a la mutilación de los pueblos.

Nunca como hoy se juega el destino de la democracia y la libertad para muchos millones de hombres. La batalla por la democracia no la decidirán las armas. La mejor contribución que puede hacer Costa Rica a la paz en Centroamérica es preservar la paz en su propio suelo. Queremos que los valores que identifican a la democracia costarricense alienten a las nuevas y emergentes democracias hermanas. Es este el mejor legado que puede heredarles Costa Rica a los hijos de América.

 

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