Pablo Chaverri: 11S a 20 y a 48 años
Creo que lo más importante de conmemorar eventos históricos de gran trascendencia como los que recordamos el 11 de septiembre, es tratar de aprender de ellos para no repetir sus errores.
Pablo Chaverri Chaves, Científico Cognitivo.
En este 2021 se conmemoran 20 años de los ataques terroristas del 11S, así como 48 años del derrocamiento militar (apoyado por la CIA) del gobierno democráticamente electo de Salvador Allende en Chile, por lo cual es importante reflexionar sobre los nefastos resultados que produce la combinación del fundamentalismo religioso con el autoritarismo capitalista.
Por un lado, los ataques del 11S fueron liderados por la organización islámica radical Al Qaeda, que recibió fondos de EEUU para financiar la guerra entre Afganistán y la Unión Soviética. Por otro lado, la CIA colaboró para derrocar a Allende simplemente por ser de izquierda, y luego, cuando se estableció el régimen de terror de Pinochet, vino el papa Juan Pablo II a dar su bendición y la comunión a este dictador.
Es decir, tanto en el caso estadounidense como en el chileno, podemos ver la forma en que la combinación entre autoritarismo capitalista y fundamentalismo religioso lleva a la producción de terrorismo y muerte. Aunque ambos casos son diferentes entre sí, estos ingredientes están en su base, pues sin la mezcla de ambos (capitalismo y religión) es muy probable que los terribles hechos que hoy recordamos con dolor no habrían ocurrido.
¿Podremos superar estas formas de violencia? Si invirtiéramos los gigantescos desperdicios del gasto armamentista del mundo en educación de calidad, salud integral, bienestar, seguridad social, desarrollo humano y progreso social, tanto el autoritarismo capitalista como el fundamentalismo religioso bajarían su intensidad y pasarían a convertirse en pequeños grupos extremistas e individuos aislados, sin capacidad de infligir el daño que pueden hacer hoy. Pasaría como con el fuego al quedarse sin oxígeno, que simplemente se extingue.
Pero esto lamentablemente está lejos de ocurrir, porque tanto el fanatismo religioso como el fanatismo capitalista siguen siendo una gran amenaza a la democracia, los Derechos Humanos y la justicia social en todo el mundo.
El fracaso militar estadounidense en Afganistán es, en mi opinión, una muestra de que la verdadera forma de acabar con el terrorismo no pasa por combatir el fuego con más fuego, sino en la construcción de una institucionalidad social capaz de responder con eficacia a las necesidades y derechos de sus ciudadanos, algo que, hasta donde tengo entendido, nunca se desarrolló, una de cuyas consecuencias es la acumulación de frustración popular y la baja credibilidad y legitimidad social del Estado y sus instituciones.
Creo que lo más importante de conmemorar eventos históricos de gran trascendencia como los que recordamos el 11 de septiembre, es tratar de aprender de ellos para no repetir sus errores. En mi opinión, parece claro que tanto el fundamentalismo religioso como el autoritarismo capitalista no conducen a buenos resultados, por lo que, como decía Einstein: “si quieres resultados diferentes, ¿por qué sigues haciendo lo mismo?”
Hagamos las cosas diferentes, promovamos la democracia completa (no solo electoralmente, sino también socialmente), los Derechos Humanos integralmente (no solo los civiles y políticos, sino también los sociales y económicos), así como la educación de calidad para todos y todas, y contribuyamos con esto a dejar sin oxígeno los caminos equivocados del fundamentalismo religioso y del autoritarismo capitalista.
¡Otro mundo es posible!, ¡sí se puede!
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