Patricia Mora: Ser ministra de la Condición de la Mujer, es un acto de resistencia de defensa de la democracia
Patricia Mora Castellanos, Ministra de Condición de la Mujer y Presidenta Ejecutiva del INAMU
De buen verbo, de voz fuerte se escucha más enérgica cuando afirma que ser ministra de la Condición de la Mujer la actual coyuntura nacional y mundial es un acto de resistencia, de defensa de la democracia, que solo es democracia cuando caben todas las diferencias y a las mujeres se les reconoce y garantiza su ciudadanía plena.
Doña Patricia Mora ocupa el cargo de ministra de la Condición de la Mujer desde el 8 de mayo del 2018. Ella proviene de la más tradicional izquierda costarricense, donde su tío, Manuel Mora fue el fundador del Partido Comunista a principios de los años 30 del siglo pasado.
Su padre, Eduardo Mora también fue un distinguido dirigente comunista y su esposo, José Merino del Río también tuvo un fuerte arraigo en la izquierda nacional y fue fundador del Frente Amplio, partido con el cual llegó a ser diputado.
La siguiente es la entrevista que doña Patricia ofreció a La Revista la ex diputada del Frente Amplio y actual presidenta del INAMU.
¿Cuáles son los objetivos, metas y aspiraciones fundamentales que la mueven en su trabajo como ministra de la Condición de la Mujer?
La defensa de los derechos humanos, con especial énfasis en los de todas las mujeres. Así como la defensa de la institucionalidad. El INAMU ha sido probablemente la única institución pública amenazada de cerrarla en una campaña electoral. Me cuestioné cuál es el interés de los sectores conservadores en que la institución que defiende a las mujeres deje de existir, bueno, creo que al modelo patriarcal no le sirve que las mujeres cuestionen al machismo y se empoderen. De allí su obsesión por volvernos a la condición de “siervas”.
¿Ha sentido que su trabajo avanza como usted quisiera? ¿Ha encontrado obstáculos o limitaciones? ¿De qué tipo? ¿Cómo los enfrenta y resuelve?
En el INAMU laboran funcionarias con una voluntad inmensa, que no conocen de jornadas laborales limitadas a las ocho horas, las rebasa. Pero que los recursos para hacer su trabajo se ven cada día más limitados por el debilitamiento de un Estado Social. Así que hemos debido priorizar los recursos existentes para hacer un uso correcto de ellos.
¿Cuáles son, a su juicio, los problemas fundamentales, y los más grandes asuntos aún pendientes de ser resueltos, en las luchas de las mujeres de Costa Rica por su emancipación y el logro de la plena igualdad?
Es la cultura humana hasta hoy, una construida por y para beneficio y comodidad solo de la mitad de la población, la masculina. Eso ha generado que a hoy sea a nosotras a quienes nos acosan en las calles o universidades, a quienes nos pagan menos por hacer el mismo trabajo, quienes además cargamos de forma desigual con las labores de cuido o domésticas y a las que están matando por su condición de género.
Que no se entienda este balance como una guerra entre géneros, y así lo han entendido hombres que han decidido construir nuevas formas de masculinidades, para sí mismos y la sociedad. Necesitamos que cada día más estén dispuestos a renunciar a privilegios que permitan que vivamos en igualdad de condiciones entre todas y todos.
Sabemos que usted realiza su trabajo en diálogo permanente con las mujeres de Costa Rica ¿Qué destaca usted de esos procesos? Es decir ¿Cuáles son las cosas más importantes, los aprendizajes más valiosos? ¿Cuáles son los aportes más significativos que usted misma ha dado?
La agenda de los derechos humanos de las mujeres es enorme, tan grande como las distintas visiones de las mujeres que componemos este país.
El ministerio de las mujeres es una institución indispensable en la construcción de una democracia igualitaria y robusta en este país. Mi mayor pretensión ha sido realizar mi gestión fuera de las cuatro paredes de una oficina, salir del edificio central del ministerio, ir a conocer, escuchar y a acompañar en sus luchas a las mujeres que habitan todos los rincones de este país.
Son generalmente ellas, las que viven más lejos de la capital, las que sienten mayor abandono por parte del Estado y se sienten ignoradas por la institucionalidad. Por lo que he insistido en unificar el trabajo entendiendo que entre más juntas, más fuertes somos.
El INAMU hace un esfuerzo permanente por llegar a todo el territorio del país. Estuve hace poco en Sixaola conversando con mujeres trabajadoras de las fincas de monocultivos y allí coincidimos con mujeres indígenas Ngäbe-Buglé que están cursando el programa Avanzamos Mujeres del INAMU. Así en el Golfo de Nicoya, Pérez Zeledón, en la zona norte.
¿Qué significa ser ministra de Condición de la mujer en una época en que los fundamentalismos religiosos y las posiciones políticas conservadoras, machistas y misóginas, contraatacan con gran virulencia?
Son tiempos de oscuridad en el planeta, de ofensiva conservadora y religiosa contra derechos humanos que creíamos intocables, de misoginia naturalizada, de arremetida contra la diversidad humana, en el que los extremismos y el odio se han ampliado hasta secuestrar y anular el debate político sobre los temas que sí afectan a las sociedad y que constituyen un golpe para las mayorías más frágiles. Es un momento de reflujo para las fuerzas del progreso, abanderadas de los ideales de la ilustración, en el que inclusive el discurso científico es permanentemente denostado y devaluado y las posturas abiertamente irracionales ganan terreno político.
Costa Rica se encuentra en la mira de esta amenaza peligrosa que a mi juicio es abiertamente antidemocrática y autoritaria pues implica retroceder dramáticamente en los derechos que las poblaciones históricamente excluidas han adquirido a través de luchas tenaces y muchas dificultades.
Ser ministra de la Condición de la Mujer en esta coyuntura nacional y mundial es un acto de resistencia, de defensa de la democracia, que solo es democracia cuando caben todas las diferencias y a las mujeres se les reconoce y garantiza su ciudadanía plena.
Con su incorporación como ministra de la Condición de la Mujer, el Frente Amplio –el partido de izquierda más importante de Costa Rica– se hizo parte de la propuesta de “gobierno de unidad nacional” del presidente Carlos Alvarado ¿Cuáles fueron las razones y motivaciones detrás de esa decisión del Frente Amplio?
El ingreso al gobierno de unidad nacional se pactó a partir de una agenda, no de la solicitud de puestos dentro del gobierno o de las instituciones del Estado. Fue, pues, una negociación política programática, no personalista.
Nuestra participación en el gobierno estuvo condicionada desde el inicio a que los puntos acordados en esa agenda que fue negociada fueran cumplidos. Desgraciadamente esta agenda sobre la que pudimos llegar a un acuerdo es limitada, hay puntos importantes respecto a los cuales discrepamos. Hemos expresado claramente nuestra disconformidad o desacuerdo con aquellas posiciones adoptadas por el gobierno con las que no estamos de acuerdo. La coyuntura electoral de febrero del año pasado fue una radiografía muy preocupante del clima polarizador que hoy divide a nuestro país.
En ese momento se manifestaron grupos, que hoy han alcanzado una importante representación política, que articulan un discurso regresivo en materia de derechos humanos que pone en peligro el pacto social que ha permitido una convivencia democrática y pacífica en este país. La decisión de ingresar al gobierno fue dictada por una responsabilidad política histórica: contribuir a impedir que los muros que hoy se elevan entre costarricenses que pensamos de maneras distintas se hagan más altos y difíciles de cruzar para dialogar.
Así como la responsabilidad de contribuir a reforzar las reservas democráticas que históricamente han existido en el pueblo costarricense y que han impedido que lleguen al gobierno fanatismos autoritarios.
Y su decisión personal de asumir esta importante posición ¿Cómo la evalúa y valora?
A nivel personal, mi decisión de entrar al INAMU fue, ante todo, la decisión de reafirmar y asumir un compromiso político y personal en defensa de una institución amenazada y que se convirtió en el epicentro de una disputa ideológica, es decir, de un enfrentamiento entre dos visiones de mundo y de la posición que en una sociedad democrática ocupan las mujeres.
El Instituto de las Mujeres desde su creación, hace apenas dos décadas, ha sido blanco permanente de prejuicios. Esto es normal en una sociedad patriarcal, en la que las mujeres seguimos siendo tratadas como ciudadanas de segunda clase. Sin embargo, en el marco de las últimas elecciones, la campaña de desprestigio y denigración contra la institución arreció y se convirtió en el objeto de críticas cada vez más violentas e infundadas hechas por discursos demagógicos, machistas y oportunistas.
Este clima de adversidad ha hecho más grande el desafío que enfrento todos los días desde el ministerio, acompañada por cientos de funcionarias, mujeres en su mayoría, que realizan su invaluable trabajo por el mejoramiento de las condiciones de vida de las mujeres en este país, con una mística y un compromiso ejemplar. Ocupé una curul durante cuatro años y desde ahí hice lo posible por defender, con la mayor coherencia política, el proyecto de sociedad en el que creo y los ideales de igualdad, de emancipación y de honestidad que han orientado mi vida privada y política. Previo a esta experiencia en la “política profesional”, mi vocación fue siempre la docencia.
No es sencillo conocer por dentro una institución, enfrentarse a su dinámica interna que tiene sus ritmos propios, ajustarse a las limitaciones que a menudo impone la estructura institucional. Pero es un honor y una satisfacción diaria trabajar acompañada no solo por las y los funcionarios del INAMU, mujeres principalmente, que tienen un compromiso profesional, una ética de trabajo y una calidad humana excepcional, sino por las miles de compañeras que conforman el plural y combativo movimiento de mujeres y de diversidad sexual en este país. Movimiento al que tanto le debemos.
¿Cómo responde usted el cuestionamiento de quienes consideran que el gobierno de Alvarado tiene un sesgo económico neoliberal, cuando usted, en cambio, es representante muy destacada de una rica tradición política de izquierda?
Desde el inicio de las negociaciones de la agenda que nos llevó a formar parte hoy del gobierno, dejamos claro que hay una agenda económica que no compartíamos. Se nos abría la oportunidad política de contar con un espacio desde el que nos es posible impulsar y acompañar las reivindicaciones de todas las mujeres de nuestro país.
He pertenecido toda mi vida una tradición política que sin renunciar a sus principios, jamás se ha negado al trabajar por la consecución del respeto absoluto a los derechos de todas las personas.
¿Qué relación tiene usted, como ministra, así como el INAMU, con los movimientos de la diversidad sexual LGBTIQ de Costa Rica? ¿Qué valoración hace usted de estos movimientos?
Siendo diputada formé parte de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa, ahí estreché mi relación con el movimiento de la diversidad sexual de Costa Rica. La denuncia de la discriminación que sufre la población sexualmente diversa, la lucha por el matrimonio igualitario, el reconocimiento de las familias homoparentales, el respeto a la identidad de las personas trans y sus derechos, especialmente el acceso a los servicios de salud, el combate permanente a una actitud pública que legitima y naturaliza la homofobia.
Son todas tareas pendientes que tenemos como sociedad pues no hay ninguna razón válida que pueda ser esgrimida en una sociedad democrática para hacer una distinción discriminatoria por orientación sexual o identidad de género al tratarse de un ámbito que toca exclusivamente a la libertad sagrada que tiene todo ser humano de orientar su vida, de atribuirle sentido, de buscar felicidad y plenitud.
El compromiso desde el INAMU es luchar porque en este país, reconocido internacionalmente por asegurar que las poblaciones vulneradas obtengan garantías civiles, se materialicen los derechos legítimos que exige el movimiento LGTBQI.
Esto exige luchar porque no se reviertan los logros políticos y jurídicos conseguidos por esa comunidad, visibilizar y denunciar los ataques y la persecución que sufren las minorías sexuales diariamente en este país y sobretodo, desenmascarar a esos líderes que utilizan al movimiento LGTBQI como chivo expiatorio de todo lo que en este sistema nuestro marcha mal, apelando de manera oportunista a los “valores tradicionales”. Considero que defender la eliminación de los diferentes, diciendo que no deberían existir o que valen menos que los demás, no es una opinión, es un crimen. Un crimen de odio.
Luis Paulino Vargas y Eduardo Amador
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