Paul Benavides Vílchez, Sociólogo y escritor.
Para historiadores como Luis Felipe González Flores y Carlos Meléndez Chaverri, la guerra contra los filibusteros concretó nuestra verdadera independencia como nación, sin desmedro de la celebración oficial del 15 de setiembre que refiere a la independencia de Guatemala de España.
Las palabras de Juanito Mora en noviembre de 1855 demostraron el valor, el liderazgo, la visión, la inteligencia, la conciencia absoluta de quiénes éramos y lo que estábamos a punto de perder.
A un héroe lo acompaña siempre un pueblo heroico. No existe el uno, sin el otro. Los habitantes de las villas de San Jose, Heredia, Cartago y Alajuela enfrentaron a un ejército de lo que iba a ser en poco tiempo la primer potencia militar del planeta, con una Nicaragua allanada y sumada a las fuerzas mercenarias, suficiente caos para aterrar y amedrentar a un político mediano y a un pueblo cobarde. Pues ni uno ni otro.
Hubo apoyo de militares prusianos y franceses, es cierto, pero la conducción de la Guerra Patria fue ejecutada por costarricenses.
Prevalece una absurda idea por erradicar del habla común del costarricense, palabras o términos que enfaticen la importancia de los empeños militares a lo largo y a lo ancho de nuestra historia patria.
Craso error. Si no hubiese sido porque teníamos ejército, nuestros abuelos y abuelas hubiesen trabajado como esclavos en las plantaciones algodoneras y cañeras que los filibusteros tenían dispuesto a establecer en todo el territorio nacional.
Las batallas de Santa Rosa y en especial las de Rivas y el Tránsito deberían estudiarse con lupa, mapas y especialistas en geografía y cartografía, para analizar la inteligencia estratégica y táctica del Ejército costarricense para debilitar y derrotar a las fuerzas invasoras de Walker.
De su estudio se extraerían importantes lecciones cívicas: pensamiento estratégico, coraje, planificación, liderazgo, responsabilidad ética, conciencia de la nacionalidad, valores que necesita hoy más que nunca la juventud costarricense para resistir la desazón y la desesperanza.
Un mal entendido pacifismo, venal y equivocado, no puede ensombrecer la gesta heroica de todo un pueblo, tan actual como vigente

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