Rodolfo Cerdas: Seamos realistas

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Marjorie Ross.
Una de las permanentes inquietudes del Dr. Rodolfo Cerdas fue la que se refiere a la relación íntima entre la teoría y la práctica, y al error de contraponerlas, que puede conducir al dogmatismo o a una miopía practicista. Este texto fue publicado en la “Revista Suma”, en diciembre del 2001 .

Seamos realistas
Rodolfo Cerdas Cruz.

Muchas veces nos encontramos dos criterios contrapuestos:  de un lado, el práctico –que solo ve particularidades a partir de las cuales decide la acción a seguir; de otro, el teórico –que desde conceptos abstractos, interpreta la realidad concreta y define su rumbo de acción.

Esta contraposición es equivocada, pues tanto para una buena teoría como para una buena práctica, el ideal es su justa combinación y el enriquecimiento mutuo.  Bien se ha dicho que no hay nada más práctico que una buena teoría y que no hay horizonte más estrecho que el de una práctica incapaz de iluminarse con conceptos generales.

El peligro de la teoría y de los modelos explicativos radica en la tendencia a objetivarlos e idealizarlos como fines-en-sí, tal como sucede con diversos tipos de dogmatismos, que sustituyen la rica realidad por las debilidades de sus modelos.

Una hermosa leyenda griega lo ilustra magistralmente.  Es la del famoso lecho de Procusto, el rey que atendía a sus invitados con gran generosidad pero que, al llegar la noche, los acostaba en un lecho donde debían caber perfectamente:  porque si eran más grandes, los recortaba; si eran más pequeños, los estiraba.

Esta fue la actitud del dogmatismo comunista, que para defender la validez de su modelo estiraba o recortaba los hechos hasta hacerlos calzar en él.  Y es también el caso de muchos que andan con recetas bajo el brazo, tratando de resolver los problemas de la economía, la sociedad y la empresa.  En vez de estar atentos a las enseñanzas de la experiencia, invierten las cosas y tratan de imponer a toda costa sus propios modelos, aun a costa de la realidad.

Ser realista no debe significar ser estrecho en la apreciación de los hechos; es estar atento a las enseñanzas que nos dan la vida y los procesos reales que allí tienen lugar; es saber aprender de la práctica y ser capaces de percibir y generalizar las regularidades de  los elementos constantes que hay en ella y que es lo que permite sintetizar lo aprendido.  Hay que evitar la miopía practicista y tener la humildad de reconocer las limitaciones de la razón humana.

Como bien dijo Goethe, jugando con las limitaciones y la potencialidad creadora de la palabra:  Gris, amigo mío, es toda teoría/ Y verde, el árbol dorado de la vida.

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