Rommel Porras González, Director General Kamuk School.
Aun en mi memoria el recuerdo de aquellas mejengas de basket y futbol que en las canchas de la soleada Cañas, Guanacaste, protagonizamos otrora un grupo de adolescentes
En esos tiempos el deporte fue el acicate para llenar y guiar nuestra vida por ese sendero de desarrollo competencial, que nos permitió fortalecer nuestro carácter e insertarnos en la sociedad de manera efectiva.
Hoy día la dinámica es un tanto distinta. La tecnología ha acaparado la atención de nuestros adolescentes alejándolos del diálogo familiar, tan necesario como constructivo.
No se trata de satanizar la tecnología sino de hacer un llamado para lograr que esta sea un instrumento que edifique y no que enajene.
A mediados del siglo XX la llamada tercera revolución industrial innovó en materia de automatización de procesos productivos, tomando conciencia en el uso de energías renovables. Este es el despunte del desarrollo tecnológico que hoy nos afecta.
A partir del 2014 surge lo que Klaus Schwab llama la cuarta revolución industrial, misma que se caracterizó por una mejor gestión y control de los procesos productivos partiendo de información real y precisa. Es el inicio del internet de las cosas, a partir de la cual tenemos un acceso ilimitado a la información.
Ya en el 2021 se empieza a hablar de la quinta revolución industrial, caracterizándose por pretender maximizar la eficiencia en la relación: robot y ser humano para el logro de proyectos impensables. En este momento el tema ya no es solo el acceder a la información, sino el poder construir, a partir de ella y con la ayuda de la tecnología, productos inimaginables. Hoy nuestros jóvenes estudiantes ya no tienen que esforzarse por construir algo; basta con pedírselo a la “máquina” y lo tienen. No estamos lejos, sino es que ya, de crear vida. Así las cosas, de la forma como se ha introducido la tecnología y su importancia relativa brindada por la sociedad, me preocupa lo siguiente:
- El excesivo y desmedido uso que están haciendo nuestros jóvenes, al extremo de convertirlos en personas autómatas, incapaces muchos de poder expresar sentimientos y emociones.
- Ellos son objeto de un acceso ilimitado a la multiforme información, misma que les genera cambios vertiginosos, no solo por la amplitud de ésta sino también por su naturaleza. Lo cierto es que quienes los criamos y educamos, somos personas con una capacidad de aprender, respecto a la de ellos, de forma más lineal y caminamos mucho más despacio, generando esto una clara des sintonía
- La vorágine tecnológica evidencia a muchos padres y educadores como “ignorantes tecnológicos”, limitando nuestra capacidad de reacción y por consiguiente nuestra efectividad en ese necesario proceso de guía del adolescente.
Como formadores estamos obligados a preguntarnos, cuál es la forma correcta de incorporar la tecnología a los distintos procesos de nuestro quehacer diario, sin que esto signifique un mayor deterioro y podamos utilizarla con inteligencia.
El “laissez faire, laissez passer” no nos conviene.
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