Ronald Bonilla: Como en los temporales

De mi libro Sed de otras piedras

Ronald Bonilla Carvajal.

De mi libro Sed de otras piedras

Como en los temporales

Como llegan los temporales
anegando los patios, las ansias, los suburbios,
como bajan en mayos ta insólitos
los huracanes
a destechar las casas.
Como se posesiona e invierno en los tejados
con su pesado albor,
como el río inusitado te lanza
la cabeza bravía
y la poza de tantos niños
se llena con su oleaje trágico.
Como avanzan los extranjeros
con sus botas verdosas
chasqueando con los miedos del barro entre la gente;
como las hordas
del nuevo Armagedón.
Como el deshielo
que cambiará la faz del mundo,
como los pilotos suicidas
contra los edificios,

como los terremotos que enterraron
la escuela de los sueños,
como ferrocarriles
que se descarrilan despavoridos.
Así avanzó el amor
inundándolo todo,
corroyéndolo todo,
estremeciendo puertas,
destruyendo, posesionándose,
atemorizando las gotas del rocío,
las torpes bicicletas, los colchones,
descarrilándose en la noche,
temblando hasta rehacer la aurora
con las ramas caídas, aprisionando el canto
para que estalle por siempre
en los pétalos hirsutos
de esta mi última primavera
que despunta entre tus aluviones de ternura.
Porque eso eres…¡tan de pronto!

CERCANA

Estabas leyendo al unísono
con mi respiración.
O te mudabas,
como si yo no te mirase
al otro lado del espejo…
Estabas soñando, riendo, llorando,
tan a mi lado con la aurora al lado.
Estabas mordisqueando la fruta
mientras me mirabas.
O tendías la ropa
antes de la lluvia que yo inventaría
para destenderla.
Estabas poniéndome la música
tan amorosamente en la camisa.
Estabas encendiendo aquella vela
y eras la sinuosa llama
aquí conmigo.
Estabas atribulada con todas
tus ausencias y yo esperándote.
Y cuando al fin llegabas, amada mía,
yo te incitaba arcoíris,

y en sus nacientes desenterraba los pedruscos
que saltarían entre tus aguas.
Estabas a mi lado y me contabas
cosas que no vienen al caso por si acaso.
Me hacías poemas a escondidas,
y yo también a veces te ocultaba mis versos.
Y a veces los compartíamos
y eran ojos que en el silencio amamos.
Estabas a mi lado, resentida o feliz.
Yo por nada del mundo me cambiaba.
Y Dios callaba en su lugar,
que eran todos los lugares,
soñando con mirarnos
oculto en el espejo de su propia gracia.

DONDE YA NO HAY VENTANAS

Quédate así.
Que acontezcas por dentro
Como desatando hilachas de un azul perdido.

Así y así.
Ya no existen las paredes.
Y la sangre descansa de un torrente de dioses.

Así, Invisibles. Perfectos.
Como si la piel hubiera sido
Tan solo el pretexto de dos ángeles rozándose.
Solo así y así. No te muevas. ¡Instante!
No lastimes la eternidad.
Solo de morir y morir
ceñimos esta noche las galaxias
de las que estamos hechos
como el agua.

Quédate así.
Invisibles hemos sido

como la llama móvil del destino,
inciertos ante el miedo
y sus claudicaciones.

Así y así…
Que hasta el aliento se eleve
donde ya no hay ventanas.

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