Ronald Bonilla: Herida de agua

(Finalista del VII Premio Iberoamericano de Poesía Pilar Fernández Labrador 2020)

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Ronald Bonilla Carvajal.

 

Cartel

A Laureano Albán, maestro,
que entraba con sus libros a otros mares pero se devolvió…
Y siguió cantando.

 

Deja en el poema un verso como un bambú,

que se doble pero que no se quiebre,

que aúlle como un lobo,

que cruja como si doliese,

que sea un latido, que sea un latido.

Deja en el poema tu pálpito como un bambú

que cuando intrincado pase

parezca que viaja el agua entre las piedras.

Deja en el poema una lágrima

sobre una cuerda floja que nos recuerde

que somos aire, que somos viento,

como un quijongo, como un bambú.

No pidas permiso al municipio

para pegarlo en el poste de la ciudad,

tan solo deja que mire absorto

como lo miran los ojos nuevos.

Deja en el poema una gota de sangre

que se resbale, que se deslice

entre la noche.

 

Signos del agua

 

Todo signado por el agua, como

van las ondas del pájaro en la cresta

simulando eternos veranos.

Todo dicho por la fruta ganada,

-digo Granada,

y se instaura el poema, agua del Nicarao,

agua del hombre,

agua para los ojos de esta mujer

que siempre es un incendio, ciudad

que nos abisma entre sus adoquines.

Tú conoces las noches y los días,

los trabajos y sus fatigas, las apacibles

frondas de la laguna.

Tú sabes a veces cómo somos islas

y sus vasos comunicantes

que extasían el poder del tigre,

del ocelote oscuro y

de un viejo manatí perdido.

Somos solo pueblos pequeños,

lajas incrustadas,

labios que quisieron ser espada,

machete del camino, compás perdido

en el movimiento de caderas

potentes para diseminar el mundo.

Las mariposas que nos sobrevuelan

entienden también

cómo permanece lo efímero del agua,

cómo se forman sus cristales armoniosos.

Hemos venido de hace centurias

y la palabra, el signo preclaro

del concepto

nos precede…

Dejaremos los huesos acaso sellados

por el olvido.

Tú que conoces

los sagrados intertextos que nos fundaron

en esta llama,

en el incendio de una ciudad

fijado en los ojos de una mujer

que no se rinde,

que mira hacia los cuatro vientos.

Festival donde cada quién olvidó que es cada quién.

Granada…fruta con un pie descalzo

y el otro calzado con zapatilla de oro.

¡Albricias!

Granada, Nicaragua, 20 febrero 2016

 

Bajo la ducha

Esta es una ducha de palabras,

un baño impertérrito

donde una mujer descalza se acicala;

yo estoy al lado

con mi rebaño de letras volátiles,

me humedezco los pies

cerca de las piedras por donde salta el río.

Hay un canto que solo sabe repetir que vive,

que ama, se curva con el viento

y vuelve a prorrumpir en lluvia.

Es imposible nombrarnos

sin esta sed que a veces duele,

sin la danza que irrumpe con las mareas

o en el espejo primigenio del lago.

Una mujer se ducha en el silencio

de una desnudez que apenas sospechamos:

en ella los cánticos son benditos.

Loada sea su imagen que irrumpe en esta alcoba;

aquí resucitar es cosa diaria…

Dame tan solo la palabra que no encuentro

para ser este poema con su árbol a cuestas,

su manzana,

el chorro feliz de nuestros besos

que cantara Debravo en su inocencia.

 

Barro y estrella

Después vendrá despacio el mediodía,

el sudor exuberante y quizá

un bocado frugal para el poeta.

Las mujeres dirán una palabra

y serán en el equinoccio esas voces

una revelación de ancestros y conjuros.

Todos haremos una ronda, quemaremos

las piedras en el rito sonoro

de nuestros pensamientos.

Ella, la madre, ha de venir

en su más pura significación de barro y estrella,

diseminará su poder entre la tribu que somos.

Debemos recordar entonces con premura

a aquellos que cantaron, profetas de la desolación,

Vallejo, Hernández, Panero, Pizarnik,

Jesús en el retiro de cuarenta días,

Sánchez Mejía, Pasos, Buda

y otros ermitaños de la noche, soledades

capaces de revertir el abismo en claridad.

No puedo dar más nombres, algunos son la clave

al revés del insomnio: Mistral, Neruda,

Rilke, Darío, Lorca, Quasimodo.

Algunas llevan el cántaro al borde del río

y recogen el agua como si fuera el sueño,

(Ibarboroú, Storni, Loinaz),

y como el cántaro está roto,

todos vamos tratando de alcanzar unas gotas,

un chorrito que salta como en la canción,

un resquicio de respiración franca y amable.

Es difícil saber por qué  Whitman

sigue dando baldazos de sí mismo

en las espaldas de todos.

Bienvenida la ducha de sus manos.

 

Tendedero

Tiéndeme la ropa en las ventanas, la terraza,

y extiéndeme luego en el mar que hace la mirada,

nos torna serenos o tumultuosos,

espejos de la niebla a veces, oleaje de la tormenta

cuando amamos.

Tiéndeme la vida y sostenme

asida a las barcazas la nostalgia,

o la euforia al timón

de tanta incógnita.

Somos un devaneo en el aire,

en el polvo que se levanta del camino,

quizá la estela, el rostro sumido

que se tiende en la atmósfera intangible.

De todo lo soñado estamos hechos,

no basta la sonrisa que del rostro

depusimos,

no basta el llanto

que se marcó en el cauce

de todo lo que viaja al silencio;

extiéndeme la cobija o hazme el amor,

señala con la mirada el mar

que forja el horizonte, pedalea,

baila, entra a las tienditas

por los souvenires, pídeme

estar en esa foto sin que pose la brisa,

dame tu mano hasta que seamos uno

o todos los andariegos sobre las baldosas,

deja que las viejas edificaciones

se restauren y que los gatos

firmen al pie de mis palabras su grafiti,

su incontinencia

o su relax, maestros para el ocio.

Extiéndeme en tu mirada; tiendo a tus pies

mis simples llaves, mi locura,

el trasiego infinito de esta sed.

Tiéndeme la ropa en el traspatio,

en la baranda.

Extiende mi corazón contra estas rocas.

Ámame ahora, furtiva o renovada.

La Habana, 10 de mayo 2017.

 

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