Ronald Bonilla Carvajal.
Del “Altar de desconciertos”
Vigésimo segundo movimiento con banda sonora en ballenato interrumpido
A García Márquez
Hubiese viajado en ese tren
largo
con cadáveres hacinados
que de pronto empezaron a heder
como las flores del camino.
Hubiese estado con tu Aureliano
frente al pelotón de una historia inacabable,
con tu Amaranta, tu Rebeca, la bella volátil,
o con las mariposas amarillas
trasponiendo el patio para mirar los amores
que se van al olvido como la zaga
que no cose la abuela Eréndira,
ni la calma, ni la lluvia,
ni el último invento del presagio
que sospecha los viejos manubrios del destino.
Y me hubiese ido a la mierda como tu coronel
cansado,
pero me diste las historias que soñaron
en las raíces de nuestros pueblos
dolientes y felices,
me diste otras puertas,
me diste una manera de seguir
hacia adelante
aunque atisbara la muerte
de tanto rondar en nuestros lares.
Ahora quién irá a recoger esa dura osamenta
de ángel procaz;
yo pude ser uno más en tu mirada,
cuando ya se vencían las luces
en el viejo desencanto de la utopía.
Pero, ¿adónde se van todas tus maletas,
cuando no queda nadie en la sala de un viejo cine
destartalado de pronto por la palabra fin?
Trigésimo Quinto Movimiento: contrapunto en filarmónica
A Carmen Naranjo
Es fuerte tu mano
bajo la tarde en mis caminos
de joven poeta, fuerte tu abrazo
en la noche que ilumina
el traspatio de mi patria,
bastión del poema, del diálogo urbano
y su tráfago de gentes en la matutina
cicatriz de la avenida.
Aquí van tus poros, tu sonrisa
de diosa energética,
genealogía de la lucha
que ya no claudica hendida
en tu casa de Cartago, solariega
paciencia entre lecturas y el licor
pertinaz del exterminio.
Es fuerte el fémur que sostenía tus piernas,
el puro camino de tu Parismina
buscando el abrazo, el pubis ardiendo
en la noche del hambre,
la propuesta certera de tu prosa
ante el silencio,
la pasión, no al olvido,
¡que no te dejen sola,
maestra en los ríos plurales
del destino!
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