Sergio Erick Ardón: Vilma Espín

Sergio Erick Ardón Ramírez.

Como parte de una numerosa delegación, muy variopinta, de costarricenses, visité Moscú.

SE realizaba ahí lo que se llamó “Encuentro Mundial de Fuerzas Pacíficas “o algo así. La Unión Soviética quería demostrar su vocación pacifista y entonces montó este evento con cerca de tres mil representantes de partidos políticos, organizaciones sociales e intelectuales de todos los confines de la Tierra.

A la invitación que recibimos en el MRP, respondimos nombrando a su Primer Secretario como delegado. La intención primera era buscar establecer algún tipo de relación política con los soviéticos directamente, ya que en Costa Rica, no habíamos encontrado el menor interés de parte de los funcionarios de la Embajada Soviética. La relación política privilegiada era con el Partido Vanguardia Popular y eso parecía bastar. El mismo desinterés acusaba el Partido Socialista, que envió a su Secretario General, Álvaro Montero Mejía, al evento de Moscú.

No tuvimos éxito. A nuestra solicitud no pusieron los soviéticos oídos receptivos. Estuvimos 8 días en Moscú, cruzando la Plaza Roja bajo la nieve, del hotel al Kremlin, donde se daban las sesiones y poco más. “Leonidas Brenes”, como llamaba Alfonso Braña, a Leonid Brézhnev, era el Cabeza de la URSS. La conferencia no tuvo mayores resultados, lo que suele suceder, en estos multitudinarios eventos propagandísticos.

Todo esto para fijar el marco general, de un hecho en el  que tuve la buena suerte de coincidir con Vilma Espín, cabeza  de la delegación cubana, en la comisión de trabajo que tenía como propósito promover la solidaridad con Chile. Con quienes en ese país hermano enfrentaban con las armas en la mano el Golpe de Estado de Pinochet, de apenas un mes atrás, y que había costado la vida al Presidente chileno Salvador Allende y a muchos más.

Ya vemos que lo que nos movía a un buen número de delegados en esa comisión no eran precisamente impulsos pacifistas. Entendíamos que a la brutalidad del golpe artero y sangriento, había que oponerse sin renunciar a ningún método de lucha.

En esto coincidíamos los cubanos y algunos de nosotros de diversas nacionalidades. Pero había quienes abogaban por una solidaridad verbal.

Logré colarme a la tribuna e hice una intervención que gustó a Vilma Espín, tanto como que al concluir se acercó a mí y me felicitó.

No todos los presentes pensaron igual.

En los días posteriores conversamos sobre las formas de concretar esa solidaridad militante que pedíamos. Así fue como tuve el privilegio de tratar a la heroína cubana.

Vilma Espín, ingeniera química de profesión, graduada en la Universidad de Duke, hija de una familia distinguida y acomodada de Santiago de Cuba, había corrido al monte para sumarse a la guerrilla de Fidel, y guerrillera y feminista, fue la impulsora de la Federación de Mujeres Cubanas que agrupó a las mujeres de la isla, reclamando y dándoles un papel protagónico en todas las tares revolucionarias.

En la sierra, Vilma había entablado una relación amorosa con Raúl Castro, y se casaron. De esa unión hay varios hijos.

Cuando el evento de Moscú, concluía, ella me buscó y me alentó a no desmayar en las acciones de solidaridad con Chile.

Su sencillez, su feminidad, su voz queda y armoniosa, la convicción que irradiaba, hacían que fuera muy grata y convincente la conversación. Prometimos cumplir.

Luego supimos que Vilma Espín había muerto de un cáncer que segó su fructífera vida a una edad muy temprana. Justamente un 18 de agosto.

He escrito este relato como un recordatorio de homenaje a una revolucionaria cubana, una latinoamericana, destacada y consecuente, que tuve la extraña suerte de conocer.

 

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