Silvia Castro Méndez.
Es un placer para mí volver a presentar un interesantísimo poema del escritor Rodrigo Soto, que lleva por título Damocles. Y digo volver a presentar, porque tuve ya la fortuna de hacerlo en España, en el Centro de Arte Moderno de Madrid, con una publicación de pliego desplegable que hizo la editorial del Centro en el verano del 2012. El placer es doble pues, no sólo me une a Rodrigo una larga amistad, sino que tengo un enorme respeto por una trayectoria literaria de gran calidad y que sigue creciendo y rehaciéndose, buscando nuevos cauces de expresión y nuevos modos de decir.
La trayectoria literaria de Rodrigo Soto se remonta a ya casi cuatro décadas, cuando, con apenas 21 años de edad, publicó su primer libro de relatos, Mitomanías, que obtuvo el premio nacional de cuento en el año 1983. Después de este primer libro, Rodrigo ha escrito diversas novelas, nouvelles, colecciones de cuentos, ensayos, poemarios y obras de teatro y es un activo colaborador de la prensa en Costa Rica. El premio nacional le fue otorgado a Rodrigo Soto en una segunda oportunidad en el año 2006 por su obra Floraciones y Desfloraciones, también en la rama del cuento. Varias de sus obras han sido editadas o reeditadas en España.
Si bien he mencionado a Rodrigo como poeta, ciertamente no es el género con el que más se ha prodigado. De hecho, la mayor parte de las veces en que he visto a alguien presentar a Rodrigo como poeta, él se apresura a corregirlo para ubicarse a sí mismo en el territorio de la narración. Hace algunos años, cuando salió a la luz su poemario El laberinto encendido, y yo le pregunté a su autor cuándo sería la presentación para ver si coincidía con alguna de mis visitas a Costa Rica, él me aseguró que lo dejaría circular sotto voce, dándolo a conocer escasamente a sus amigos. Es Rodrigo un poeta pudoroso, sólo en términos de la difusión de su obra, pues su contenido ciertamente no puede considerarse así.
El laberinto encendido fue publicado por la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia y es básicamente un poemario que habla del amor y el desamor, utilizando distintos registros poéticos donde tienen cabida el lirismo, el humor, la ironía y un cierto realismo sucio.
Este libro de poemas ha tenido dos antecedentes: El más antiguo lleva el título de La muerte lleva anteojos, publicado por la Editorial Lunes en el año 1992. Antes de mencionar el otro antecedente, quisiera dedicar unas palabras a esta editorial y al grupo de poetas que estuvieron asociados a esta iniciativa, importante yo creo, para entender la poética de Rodrigo.
A finales de los años 80, un grupo de jóvenes se reunieron en lo que llamaron el Taller de los Lunes, que tenía su lugar en los alrededores de la Universidad de Costa Rica y que albergaba a poetas muy alternativos con respecto a lo que era la poética “oficial” y entre los que se encontraban Oswaldo Sauma, Norberto Salinas, Mario Matarrita, Rodolfo Dada, Juan Antillón y algunos bastante jóvenes entonces, como es el caso de María Montero, (que por aquellos años era también alumna del taller de Oswaldo Sauma en el Conservatorio Castella). El grupo se ocupaba de los temas de la literatura, en particular de la poesía, que es el género literario que les es común a todos, pero también de la política, del medio ambiente y de la estética.
La apuesta por una poesía más ligada a lo real, lejana al trascendentalismo y a los resabios del modernismo, constituyeron un importante aporte de este grupo, al que Rodrigo estuvo ampliamente vinculado. La propuesta poética no era unitaria y cada uno de los escritores mencionados siguió su propio camino, pero -sin duda- las discusiones que se dieron allí contribuyeron a conformar la estética primordial de Rodrigo Soto. Vale decir que la Editorial Lunes tiene su origen en las iniciativas e intereses literarios de este grupo, y que el poemario del 92, La muerte lleva anteojos, se gestó durante los años en que se reunió este Taller.
El otro antecedente, más reciente, se titula Damocles y otros poemas, de la Editorial de la Universidad de Costa Rica, publicado en el año 2003. Esta publicación fue el resultado de un premio de esta editorial y es, a mi modo de ver, el trabajo poético más original e interesante de Rodrigo. El poema Damocles, que vamos a tener el gusto de volver a presentar aquí para un público más amplio, es un texto de una cierta extensión que tiene varias partes y que apela a aquella anécdota moral griega según la cual Damocles, un cortesano de la corte de Dionisio II, convino con su rey que le concediera el deseo de ocupar su lugar por un día para disfrutar de su condición afortunada. Al estar a punto de expirar el día, durante una opípara cena, Damocles levantó la vista y observó una pesada espada que pendía sobre su cabeza sostenida tan solo por una crin de caballo. Ante el estupor de Damocles, el rey explicó que el poder es más frágil de lo que uno puede imaginar y que muchas veces lo que suele tomarse como un gran privilegio encierra más bien un gran peligro.
Pero el poema de Rodrigo no apela a la condición del poder, sino a la condición de la vida, de su fragilidad no sólo ante la muerte, que ya es un peligro suficiente, sino ante la duración del tiempo humano comparado con la longitud de la vida en general, de la vida genética donde sólo somos un instante dentro de todo el proceso evolutivo, o ante la dimensión del espacio que ocupamos con respeto a los inmensos espacios cósmicos. Es también un poema que habla del significado de la toma de conciencia sobre la propia existencia, vista también dentro de esas inmensidades biológicas y cósmicas de las que somos parte. Y también nos habla de la ilusión del sueño: ese lugar tan cercano a la muerte y tan próximo al equívoco sobre la llamada “realidad”. El sueño, como dice el filósofo Heráclito, nos hace creer que es la vigilia y nos muestra qué tan equivocados podemos estar también cuando estamos en ella.
El Damocles de Rodrigo Soto es pues, un poema sobre la modestia de nuestra condición y sobre la contingencia de la propia vida y, al mismo tiempo, sobre su inapelable dignidad y sobre el compromiso con todo lo que tiene vida, con la integridad del planeta y quizás también con el futuro.
No en vano este poema, que tiene tantas resonancias filosóficas, está dedicado a un gran biólogo Alexander Skutch, de origen norteamericano, pero que desarrolló toda su obra en Costa Rica, donde se instaló desde los años cuarenta del siglo pasado. Skutch fue uno de los más grandes conocedores de la historia natural del país y que, además de su trabajo académico (alrededor de 40 libros y 200 ensayos sobre ornitología), desarrolló una importante obra que aborda la filosofía y la ética e innumerables reflexiones sobre la vida animal y vegetal.
Sirva de nuevo esta lectura para rendir honores al ya fallecido Alexander Skutch y para conocer una parte de la veta más desconocida de Rodrigo Soto: su poesía. Acerquémonos, pues, al poema Damocles para ayudarnos a recordar el modesto lugar que tenemos en el cosmos. Mirémonos a nosotros mismos con la humildad a la que nos aboca nuestra precaria condición de seres humanos, y -al mismo tiempo-, cargados de dignidad, exijámonos la protección del sustrato natural que nos permite mantenernos vivos, no sólo como individuos, sino como colectividad orgánica conviviente en un mundo frágil y amenazado. Tanto una cosa como la otra se han convertido en los complementos necesarios para una ética ecológica cada vez más apremiante.
DAMOCLES
Rodrigo Soto
Al filósofo y naturalista Alexander Skutch, que me dio visiones.
A Hazel y Benjamín Berg, que me dieron hospedaje.
LA DIATRIBA DEL SONÁMBULO
Miro mis manos
y encuentro reflejada en su espejo
esa sombra difusa
odiosamente idéntica al rostro
que entreveo en sueños
Pregunto
si sólo la penumbra es real
o el laberinto guarda una salida
que no encuentro
Me agito Revuelvo la espesura
pegajosa del silencio
Y me acerco al árbol de corteza rugosa
con la mano extendida
esperando palpar algo más
que mis propios temores y anhelos
*
Me adentro en esta oscuridad
con un bastón de agua de lluvia
y zapatos de viento
Podría decir que silbo
pero estaría mintiendo
Que canto
pero no es cierto
Busco
Un rostro que no se incendie con el sol
Unos brazos que no devoren los pájaros
Entre la maleza de mi pecho
busco lo que estoy sintiendo
*
La bruma levanta una ciudad
de ceniza y espejos
En el callejón
los edificios se disuelven como deseos
No hay nada aquí
La porosidad elusiva del recuerdo
Esta luz
no alimenta ni ilumina
Devora y triza voces Ecos Gestos
Camino en la ciudad de los muertos
en vida
De los dormidos despiertos
*
No estoy cayendo solo
Prendidas de mis manos
vienen cinco estrellas negras
como pozos hambrientos
Mis ojos eran pájaros y caracoles
mis huesos
Escarabajos dorados se agitan en mis uñas
Peces plateados en mis pies
Conmigo se hunden árboles antiguos
como el viento
Esta noche las hojas caen
sin canto ni festejo
*
Alguna vez la vida
disfrazada de pájaro o insecto
La vida
De tierra y sal y agua y amianto
Con peso y color
y mil máscaras fugaces
-monstruosas o bellísimas-
Alguna vez su aroma
y su relámpago
*
La llama arde hacia adentro
Avanza enmudeciendo cuanto mira y toca
y no perdona ni distingue
la máscara del sudor del abrazo
Todo lo iguala en la monotonía de la sombra
Perfectas cenizas y señales de humo
deja donde había flores
y cantos
Y tierra arrasada en mi corazón
*
Amarrado de pies y manos
Empujo los muros de mi encierro
pero en ellos
Me disuelvo
Soy
Mi propia cárcel
Mi propia tumba
soy
*
La oscuridad es ciega y todo
lo devora
Es ciega y nada distingue
Es ciega y lo reclama todo
La oscuridad es una boca que succiona
Me arranca la cabeza
me lame las entrañas
La oscuridad me duerme con canciones
dulces
Me da una cama por sarcófago
Me amamanta
me tritura
*
Ahí está mi cuerpo desmembrado
Son sólo jirones Pedazos
del pasado en descomposición
Pero no están quietos
Los agita el viento
Y hormigas puntillosas los llevan:
no
hacia lo profundo de la tierra
Pues sobre el pasto
los están reuniendo
Lentamente gano forma
y ante mis ojos asombrados
Despierto
DESPIERTO
Estoy viniendo aquí
desde el origen del tiempo
y nunca más he de volver
Por un instante abro mis ojos
La luz La oscuridad
Todo ha sido un parpadeo
¡Mas cuánto tiempo
contenido en mi cuerpo!
Somos todos los pájaros del mundo
Todos los reptiles y todos los insectos
La memoria del mar
aún late en nuestras sienes
Los soles de todas las edades
me alimentan
Somos un sueño de la Tierra
Un delirio más
de la materia
Somos la encrucijada
que sospecha
*
Cómo soportar la conciencia
cómo soportarla
cómo soportar si soy un niño apenas
Abro mis ojos al mundo como la primera vez
Todo está desnudo
La materia es tosca
intensa
concreta
oscura
superficial
Ocupa el espacio Llena el vacío
Exceso Empacho Saturación
Vómito de la nada es
el ser
*
He dormido Diez
Quince mil millones de años
para llegar a este momento
No sé nada
pero estoy despierto
Destello Giro Resplandor
Episodio fugaz de la materia viva
Somos
Florezco Exploto Reviento
Abro mis brazos Abro mis ojos
Estoy de pie Estoy vivo
Estoy viviendo
*
La noche es azulada y densa
Y la luna
una joven bailarina en el cielo
¿Qué canción de amor o de cuna
podría cantarte hoy?
Blanca Flacucha Palideja luna
de mi infancia
con quien jugaba «escondido» y «quedó»
Luna borracha de mi adolescencia
Obsesionada por la muerte
deambulas por el cielo de la ciudad
mientras yo regreso a casa
por las calles desiertas
de la madrugada
Luna cavilosa que asomas
en el firmamento de mi madurez
No me abandones
todavía
Quiero ver
Leer más
*
En mis manos palpitan átomos
de soles muertos
La energía que consumo
en este pensamiento
está aquí desde el origen
Somos materia Somos tiempo
Somos espacio Somos energía
Somos el asombro que camina
La trama luminosa tiende aquí
su onda opaca
la certidumbre de ser
Denso Pesado
Jubiloso me levanto de la nada
a la que pronto he de volver
Denso Pesado
Lleno de dicha emerjo
a este momento y lo colmo
Ah qué sed
Ah qué saciedad
de ser
*
Caigo y me levanto
Y siempre estoy cayendo
y siempre
me vuelvo a levantar
Y no me canso No
De la vida que nutre por igual
semillas y estrellas
De la leche solar que fluye
por mis venas
Y vuelvo
una y otra vez
al punto inicial
Eterno punto de partida
Estoy aquí De pie Ante ustedes
Respirando asombro y ansia
como una lagartija o un escarabajo
Estoy aquí
habitando el deseo
caliente
en que galopo cuando canto
*
Las galaxias son flores
erizadas de estrellas
Y polen son los soles
que las pueblan
Soles Polen
Estallido de luz
y evanescencia
*
Una vez más caigo hacia adentro
Hacia afuera caigo
Somos los equilibristas de la materia
Los jinetes del tiempo
Cántaros que se vacían mientras se llenan
Viaje de ida y vuelta
El asombro es nuestra única coraza
y nuestro único armamento
*
Cuando estoy intensamente incandescente
como ahora
Soy
Una estrella parturienta
Soy
Un huevo que revienta
*
La materia es una herida
que sangra
La materia es una herida
que duele
La materia es una herida
que mata
La materia es una herida
encarnada
La materia es un dolor
Una llaga
Una herida caliente
El reverso de la nada
La materia es
la semilla
*
Hacia adentro
y hacia afuera
el gran árbol
se despliega
Hunde
sus raíces
en la tierra
Avido
de claridad
se eleva
Aspira luz
Sorbe materia
Tiene mil años pero no
desfallece ni se quiebra
Frutos
que fuimos flores
que fuimos savia
Disfrutemos
este breve momento
Pronto regresaremos
a la tierra
*
Húmeros y cráneos
Costillas azotadas por el viento
reblandecidas por la lluvia
y endurecidas nuevamente por el sol
Polvo de siglos
donde antes hubo pies que danzaban
Brazos que acariciaron la dicha
fugaz del amor
Manos constructoras o alfareras
y dedos para amasar el pan o
desgranar la semilla
Huesos
Montañas de huesos
bajo nuestros pies
Caminamos sobre los sueños
de los que se han ido
CANCIÓN PARA LA MUERTE
La calaca loca baila
y ríe frente a mí
Celebra mi pronto final
mi anunciada huída hacia la nada
sin peros ni adjetivos
La miro y no es tan fea
Después de todo
con otras peores he bailado
creo
Vamos ya Empecemos
La cuerda que tensa el arco
eres tú
Los linderos del patio de las flores
demarcas con tus dedos
Nada existiría sin tu ausencia
Ni el sol
ni el agua circular que se astilla
en minúsculas gotas
durante su breve caída del cielo
el fugaz
extraño estado de la individualidad
Y ya se reúne en riachuelos
en anchos ríos de acero
que fluyen hasta hundirse en el mar
Y vapor impalpable
erotizado por el sol y su misterio
asciende ahora hacia las nubes
donde todo inicia de nuevo
¿Cuántas veces hemos sido
esa gota sin saberlo?
La cuerda que tensa el arco eres tú
y no habría flecha
ni vuelo
Y la sal sellaría el asombro
Si no estuvieras bailando entre nosotros
este son desgarrado entre el día y la noche
Marimbas sonoras
maracas y tambores se acoplan y cantan
nuestra alegría y desconsuelo
Esta danza está iniciando siempre
y termina a cada momento
Caldero Emanación seminal
de toros y estrellas
Quebradizos tallos de vegetación
que olfatean venados que olfatean
jaguares que olfatean el viento
Jugosos mangos y papayas
en el solar campesino
Gavilanes Colibríes Palomas
Magma incandescente que mana
de la boca borracha de la vida
No hay vacío
Una piedra cae en el estanque
Los cabellos de mi amada se agitan
La brisa sacude las flores
y dispersa su aroma por la noche
No hay vacío
Trabajosamente arrastra un abejón
la pelota de excremento hasta su madriguera
Obreros de casco amarillo
colocan una viga en lo alto del techo
Todo es cierto
No hay vacío capaz
de aniquilar la evidencia
del vuelo de esa mariposa
La realidad del canto de este grillo
Bajo el cielo de nubes cambiantes
nadie podrá negar
Que todo esto ha sido
No hay victoria ni derrota aquí
Sólo el vértigo de este equilibrio
La certeza deslumbrante de estar
ahora vivo
Los Angeles, California, marzo de 1995
San José, Costa Rica, marzo de 1996
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