Víctor Valembois. valembois@ice.co.cr
¿Qué es una droga? ¡¡Menuda pregunta!! Nuevamente, el recurso, no ante la salita cuarta, sino al diccionario, resulta esclarecedor: ¡sorpresa!, la palabrita remonta hasta hatrúka, literalmente ‘charlatanería’, en el árabe hispano. ¡Cómo no! Origina bastante chisme*, el asuntillo, sobre efectos primarios y secundarios, caminitos y riachuelos para proveerla, etc.
De repente surge otro puentecillo lexicográfico insospechado entre Estados Unidos y Colombia… porque en ambas partes, “drogas” y drugs refieren a medicamentos. Paquito el español y Dieguito, argentino ché, ya confesaron. Hasta Remedios los usa, pensando escapar a cien años de soledad.
El asuntillo de marras marea: va más allá de drogas blanditas y otras, duritas. Haciendo un análisis causal, todo empieza en la cabecita*. Y el tintín de turno supone solucionar su sosiego con un poquito, sí, solo poquito de eso y lo otro. Algo ligero, como cuatro plumas. Que sea otro pastellito, una pastillita más, un cigarrillo de mari, una piedrita, ¿por qué no? Existe también, el narcomenudeo. Lo mismo, hasta en el mundillo del deporte: Andy Pettitte se puso solo dos inyeccioncillas de hormonas, ¿para apurar un tanto así su recuperación o para llegar un pasito antes que los otros?
Ojo, este empujoncito viagroso, digo, milagroso, ¿era realmente necesario? De pildorita en pildorita prueban. Sí señoritos Julio de tal iglesia y Tigre de tales bosques, hasta el sexo implica un ratillo de palique* con la otra persona. Amorcito, si solo te reduzco a tu vagoneta, digo, vagina y a tus pechitos, ¡qué vaina!, te trato como vajilla.
¿Un cafecito*, un tesito*, cola? Sí, como no, pero en todo caso esto último en tamaño pitufo. Todo es cuestión de medida y mesura individual, en vez de mísero escapismo en otra cosa, fuera de uno. En este asunto de res pública, no es cuestión de media res ni de sangre de torito, sino de responsabilidad entera, ¡la suya! Póngale rayita a esos excesos.
Así, la cosa ya no es sana, sana, culito de rana, sino tener sanita la cabecita. En definitiva, la droga siempre remonta a una probadita, un pocito. Pero algo que podría resultar remedio bueno -y en paleta-, en exceso en cierto momento y en cierto lugar, se vuelve caminito empedrado hacia Infiernillo (me lo comentó Dante). En última instancia, el problema del drogado lo es de dragado: conviene ahondar y limpiar bien adentrito. Por las dudas, me declaro drogadicto: adicto al arte.
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