Víctor Valembois: De la Bastilla al Capitolio
A lo Shakespeare podemos proclamar que algo, qué digo: mucho resulta podrido, no en su Dinamarca de marco reflexivo, sino en esa, todavía en alto grado capital del mundo, al lado del Potomac. Viva el teatro, el de los grandes, como ese Albee, que nosotros nos sigue abriendo los ojos.
Víctor Valembois. Escritor y Catedrático universitario.
Por esos saltos caprichosos de la mente, hace unos pocos días, al ver el macabro espectáculo alrededor del Capitolio, en Washington, de repente me acordé de la obra teatral ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, clásico norteamericano de 1962, por Edward Albee, llevado al cine con Elizabeth Taylor y Richard Burton entre otros.
En esa creación, dentro un infernal diálogo entre esposos que ya no se pueden ver, surge una relación con una canción y relato popular, allá en el norte, sobre un lobo gordo y malo (“a big bad Wolf”). Parte de lo absurdo (a lo Ionesco, con su Cantante calva) es que el astuto Albee, como quien dice sin querer queriendo, en vez de evocar directamente ese ritornello conocido, en forma lateral alude a la famosa escritora Virginia Woolf, con apellido parecido.
En paralelo, en los últimos cuatro años, de diversos modos el nombre del actual presidente también lo fui relacionando con un lobo feroz. Está de salida; además, Twitter y otras poderosas redes sociales ya le quitaron oxígeno. Pero realmente más me asusta el entorno, revelado recién: en muchos de sus seguidores, más allá de ideología, allá, se han puesto en evidencia tantos vicios: como ese patán “patriota”, pero sobre todo vulgarote que se apropió del escritorio de Nancy Pelosi, la distinguida jefa de bancada demócrata.
Por sus actos lo conoceréis, no es sino un ladrón y por tanto debe tener su merecido; de la misma señora, octogenaria, pero más cuerda que todos nosotros, a otro se le ocurrió llevarse su atril: ¡a la cárcel también! Y, en la macabra manifestación, también observamos a ese fracasado actor, vendedor de teorías apocalípticas, demente con cuernos de celta extraviado, que le den una buena bañada, de cuerpo y de mente. Defendamos el pensamiento político que nos parezca, pero con argumentos… y decencia.
Pero esos centenares de imberbes y degenerados que saltaron rejas, amenazaron policías desbordados y a la larga provocaron cinco muertos, ellos…. Criminales, pusieron en evidencia algo aún más espantoso. Fuera de famosas universidades y las consabidas excepciones, al norte del Río Bravo, ¡qué mal andan en educación en general, en conocimiento de su propia historia heroica y en simple educación cívica! Aparte, cuatro gramos de moral les harían mejor que igual cantidad de mari, sí esa hierbita promulgada por su poeta Whitman.
Vaya, qué degradante degeneración, del asalto a la Bastille (¡lucha económica por el pan!) a la falta de educación de esa chusma en el Capitolio. De momento no me desvela la presencia o no, en nuestras tablas y teclados, ni de Albee ni de su Virginia, sino que en representación teatral callejera -real- me vinieron al corroborar un decadente espectáculo.
A lo Shakespeare podemos proclamar que algo, qué digo: mucho resulta podrido, no en su Dinamarca de marco reflexivo, sino en esa, todavía en alto grado capital del mundo, al lado del Potomac. Viva el teatro, el de los grandes, como ese Albee, que nosotros nos sigue abriendo los ojos.
Conociendo yo bastante ese país y su lengua… (hasta habiendo estudiado algo en la magnífica biblioteca esa, en Princeton)… tristeza, horror; se me están cayendo del pedestal. Todo ello revela una sociedad y una manera de ser, enfermas. ¿Nos contagiamos o contagiaremos también de eso, a escala local? El covid, aquí, está de algún modo bajo control, pero…
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