Víctor Valembois. valembois@ice.co.cr
De este bosquecillo, desde tiempos ancestrales existen mapas, pero mejor hagas caso a tu personal GPS (ganás por sorpresa). También es un localizador y funciona sobre posicionamiento, solo que sus dominios se limitan a un triángulo mucho más reducido.
Primero te toparás con una foresta de pelillos, negritos, negritos, tupiditos. Espesa, como llena de colochos. Por supuesto en este momento te interesará un pepino* la etimología de ese sustantivo último, que remonta al nahua colota: es como un alacrancito. Pues yo sé de tus ganillas, pero mejor también abra tus ojillos y estés preparadita, por si este bichos, las moscas… ¡y los mosquitos!
Franquearás a puro dedillo senderos y trillos tan misteriosos como la primera vez cuando, pupilo, te aventuraste hasta esta orilla. Suba a crecer, baje a nacer, ¡éntrele a nacer, manito*! ¡Ponte en guardia pero no impacientillo! Nando, andando: sea scout, explore, explore y explore.
No se trata de ninguna vesícula*, aunque lo biliar algo tiene que ver en lo acopladito que puedan estar ambos… Solita* ella no quería estar, pero acompañadita sí… Tiene la llavecita… y al final, como en la menuda vorágine aquella, ¡se los tragó la selva!
Aprenda a bucear las cavidades. Te enseñarán Adelita, Albertina y Adelaida (una triple A que esos americanitos envidiarían). También Camilita, Carmencita y Ceci. Son de la tercera letrita y… faltan como dos docenitas. (Pero la suegrita insistía en un requisito: ¡sin anillo no hay fondillo!) Arde Troya… y San José. C´est la vie, dijo el otro, presumiendo en franchute, “pero no se la toqué” retrocó el otro.
Mirándolas de reojito, entre florcitas, ¿por qué se parecen la orquídea y el clítoris? (Ese cosito debería ser una cosita, dijo ella) ¿Pero qué me atrae tanto? ¿Son tus labios delineaditos, son tus perjumenes* embrujaditos?
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