Víctor Valembois. valembois@ice.co.cr
Una astilla de sabiduría presidió como lema el templo de Delfos, aquel donde se realizaban los famosos oráculos. Rezaba así: “De nada demasiado”. Otra perspectiva: lo mínimo es lo máximo, señala la filosofía Zen.
Pero ahora va mi perspectiva. En otras partes ya hice la apología del tuiteo como arma de combate, nueva arma en guerrilla* por doquier, en ciertas circunstancias. Pero al mismo tiempo tengo el presentimiento, mini intuición grande a veces, que esos textículos* también pueden dejarnos solo esquirlas de lectura y de escritura. ¿Quedarán solo espejos rotos? Uno no se reconoce ya, entre tanto pedazo. Puede ser la antesalita de algo más grave todavía. Me asiste el temorcillo de que igual el asombro, esa calidad inherente al ser humano, según Aristóteles… se está perdiendo.
Mucho ha cambiado desde que un generalito degeneradito le gritara al rector de la Universidad de Salamanca: “muera la inteligencia”. Ahora, anunciado por Orwell y Huxley, todo un sistema perfectamente orquestado nos evita pensar y… a nadie asombra… porque ya estamos acostumbraditos.
¿Que exagero? Vea, por favorcito, cómo nos están matando las briznas de espiritualidad que nos quedaban, cómo nos estamos habituando a sensibilidad por tres díitas (acaba de ocurrir el mega-terremoto en Haití), cómo cada vez más, cucharita por cucharita, nos meten gatitos* por liebres, sucesos por noticias*, sexo desenfrenado como equivalente absoluto de amor, sí, amorcito te quiero más allá de tu ropilla “íntima”. No piense, solo siente sensiblerías. Muchos estudiantes ya están acomodándose a la confusión entre titulillo y conocimiento.
En general, nos conformamos con astillas, esquirlas de pensamiento. Perdone, la verdad no viene en tajaditas. Yo no estudié en la Veritas*, pero también como el Maestro, más grande amiguita mía es la verdad.
Comentarios