Víctor Valembois: Giraudoux – “La guerra de Troya no ocurrirá”…. ¡ojalá!

Víctor Valembois.

Invito a conocer y a aplaudir a un gran artista, hombre de paz y cosmopolita: Jean Giraudoux (1882-1944). Basarse en datos biográficos puede ser un camino tortuoso y engañador; pero a lo mejor algunos datos fríos claman al rescate: por ejemplo que a los 32 años este caballero estuviera metido de lleno -¿de voluntario, por hambre u obligado por ley?- en lo que entonces llamaban “la gran guerra”.

A ese evento bélico en gran escala, por dicha todavía no a nivel planetario, ahora lo conocemos como “la Primera Guerra Mundial” y, europeo que soy, de origen, me da vergüenza, por incidencias regionales de nosotros… entre los fatídicos años de 1914 y 1918, todo ese mini-continente que sigue considerándose como “la tapa del perol” estuvo a sangre y a fuego.

Todavía no inventaron un extintor, de esos, grandecito y potente para apagar tales conflagraciones y… de paso darle una merecida bañada de esa “nieve” -blanquita, blanqui-tica que le sale-, al infeliz que, otra vez, trate de jugar como pirómano, quemándose indefectiblemente los deditos… Por cierto, el mismo dramaturgo tiene otro título suyo, relacionado con esa temática: Los incendiarios, de 1953.

Por allá de 1935, ya viendo asomarse otra guerra mundial, nuestro cosmopolita de turno escribió una fuerte obra teatral: “La guerre de Troye n´aura pas lieu”, en su título original. (“No pasará, la guerra de Troya”). Fue un asiduo y acucioso trabajo de en premonición.

Por lo que se verá a continuación, más que la versión inglesa de “Tiger at the gates”, me gusta el encabezado original. Es que contiene una referencia histórica: en el retrovisor evoca otra guerra, la de Troya, de hace milenios, la cual mentalmente sigue golpeando.

Recalco todo eso como deber de humanista, porque en mi entorno ya nadie lee ni los títulos del diario. Solo unos pocos tienen la fortuna, qué digo: la voluntad de ahondar en diversos tópicos; además, muchos medios apenas esconden la intención explícita de “entretener”, en forma alienante; y la gente se lleva el tontizador a la cocina, al dormitorio o lo lleva en la muñeca.

En este contexto me resulta imperativo ubicar la presente obra teatral. Herido dos veces en la primera contienda -cosmopolita, sí, pero de resonancia negativa- el dramaturgo parece pronosticar y advertir: ¡otra vez huele a guerra!  ¡Tuvo buena nariz sensible, ese humanista y artista!

Lástima grande: ojalá me equivoque, pero por lo que percibo y deduzco: puede haber otra “guerra de Troya”, pronto, en el Medio Oriente, incluyendo en el lindo Líbano. Se corre el riesgo de que por afanes y revanchismos, toda esa región la cual solo ubicamos de manera idílica por la Biblia, estalle como “llano en llamas” (alude a un título de Juan Rulfo).

Damas y caballeros… ¡no les anuncio ningún espectáculo divertido, sino la cruda realidad que subsiste y se anuncia desde siglos de siglos: la guerra por excelencia maldita asesina, fratricida y de genocidio. S.O.S.   ¡Sálvese quien pueda!

(valembois@ice.co.cr)

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