Víctor Valembois. valembois@ice.co.cr
¿No le contaron el secretito de Sandra? ¿O era Sydonie o Suleyma? No importa: ¡cada nombrecito le ponen ahora a las muchachas…! Sofía, no creo que era, porque esta por lo menos es inteligente y los padres no la marcaron con el hierrito de lo superficial* desde el puro nacimiento.
Livianita de cabeza, concentró todo su atractivo en las uñitas. Presencia es esencia. Ser es parecer, y si posible, aparecer en la tele. Vale el esfuercillo y la platilla. Las uñas son mi tarje-tica de presentación, me dijo. Quien no enseña no vende. Con un aceitito especial, para fortalecerlas, con un colorcito estridente, con unas puntas artificiales, llenas de estrellitas*, con secador y luego esa capita de esmalte y el abrillantador (es notable, porque no se nota)…
Bueno, unas ganzúas, ganchos, garfios, para agarrarte mejor, golfo de Golfito que eres, gandul huero en cuero. Claro, ¿cuál es el llanto? Lo mismo digo yo. Pero ella sigue: es imprescindible vivir la vida sin vellos y sin ese bloomer para su interior, y qué haría sin un brassier que de verdad sostiene tanto equipaje, y, desde luego, con ese anti-transpirante nuevo, más caro sí, mascarita, pero es el recomendable (¿no lo usa Susy y no lo ponen así en la ventana del bus, igual que en el programilla ese de don Francisco?).
Y, diay, el pichulín, ¿cómo va a faltar? Sin calzones, bueno, allá él: si me fijé que en la farmacia hay todo un surtido, como catorce tipos de preservativos, con o sin preservantes y hasta con chocolatito* y con dibujitos iguales a mis uñitas…
Pero,… (sigo yo), ¿sin tanto colgajo como sin esas pezuñas, no se puede sobrevivir? ¿Sabrá esa loquita, no es la pituca del tipejo aquel, Cesar, creo que se llama, que no solo tiene que parecer guapilla, sino serlo tanto adentrito como afuerita. Que solo tiene media docenilla de segundos para la primera impresión, que la vida no es solo carnaval para carnívoros… que no conviene confundir entre utopistas y autopistas, y pa´que sepa, Susanita o Rosita, lo importante es la rosa (ya lo cantó Bécaud en esa cancioncilla*).
Heinrich Heine, ya había divisado todo ello, en sus Sueños, aplicadito a los varones (lo mismo… pero distinto): vi en mi sueño a un hombrecito estrafalario,/ que iba en zancos dando pasos muy largos,/ de vestido fino y chaleco blanco,/ pero en su interior sucio y ordinario.
Este es, pues, pa´que no se lo pierda, el (no tan) extraño caso de… ¿Silvia se llamaba, la pobre? Sociedad llena de globitos de champú, construcciones materiales y mentales sin varilla…
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