Víctor Valembois. valembois@ice.co.cr
Yo, mujer emancipada, nada de mansa palomita, protesto enérgicamente ante la Corte Interamericana de Derechos de los (las) Humanos (as) por la siguiente diferenciación sustancial. ¿Estará bien que el Diccionario de la Real, realmente atrasadito a veces, en el rubro correspondiente a “muñeco” no menciona lo mismo que a “muñeca”?
Primero que sobre la susodicha sujeta sujetada van como quince renglones; en cambio para los sujetos esos, unos cinco, escasos. Segundo, que el muñeco es “figura de hombre hecha de madera, trapos u otra cosa”, mientras para su consorte, de otro género y con-textura, pero en trapitos “iguales pero distintos”, se señala “figura de mujer” (no se aclara de qué material) pero se especifica que “sirve de juguete”. Ya oigo el profundo rugido de ellos: “nosotros los juguetones también queremos servir de juguete”… y de ellas: que si hay juego, tiene que ser de dos, tales por cuales, lo señaló Tales de Matina.
En otras acepciones, siempre divergentes, se señala que muñeca igual puede ser “maniquí para trajes y vestidos de mujer” (como esa bárbara Barbie), mientras el muñeco, ya no de trapo sino de carne (poca) y hueso (bastante), sería “mozuelo afeminado e insustancial” o “hombre de poco carácter”. Y así, en paralelismo un tan-tico prejuiciado, la muñeca puede ser además la “mozuela frívola y presumida”. Por si fuera poco, fíjese Señor Juez, lo injusto, un muñeco va cantidad de veces para “cadáver de una persona” y, como se sabe, los hombres, muñecos o no, se mueren más rápido.
Juntando hebras, al esposo, por andar con muñecas, le meten las esposas*, y después lo acusan de polígamo. ¡Habráse visto semejante injusticia genérica, Señor comisario! ¿Por qué él puede andar con muñecas mientras yo no? Yo soy capaz de muñequear tanto o más que él. La muñequería o el “exceso o demasía en los adornos, trajes y vestidos afeminados” existe y persiste para los dos sexos, con o sin perfumes* o coloretes. Y vea, que a los cubanos les gustan los muñequitos, los “comics”* como les llaman por otros lares.
Pero qué va, hasta en eso nos llegó la globalización: a ciertas muchachas atractivas y juguetonas, con su muñeco de turno, no tan cándidas sino buscando candidatos, ahora las llaman babes*. Con no poca angustia ya se preguntaba Darío, ¿pero tantos babosos hablaremos babosaditas en inglés? Du llu espíc ínglich?
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