Víctor Valembois. valembois@ice.co.cr
Que sea en España, donde el “andando” constituye expresión de lo inmediato; en Chile, siempre “al tiro”, en Perú con el “ya” imperativo, en todas partes surge gente, fresqui-tica como una lechuga, que usa el tiempo, escasillo, de los demás, pero a su favor. Siempre el ardid tiene algo de chispa*… y el otro queda con ella.
Interesante, la manera en que se las agenció Franco, zorrito, para llegar más de media hora tardecito a la cita con el puntualísimo Hitler y al Führer eso lo sacó un tantico de quicio… lo que al astuto gallego le permitió ir a su consuetudinario Antojitos*… Igual en México y en Nicaragua por ejemplo, en Costa Rica abunda el “ahoritita” dilatorio. Y con ese mini-teléfono celular no aumentó la puntualidad; las excusas sí. Diay, que espere… el otro.
Esa secretaria pide “un cuarto de segundo” (dentro de la valoración de ella), o pone el consabido letrerito “regreso en 5 minutos”. ¿A partir de cuándo? ¿Cuánto dura un rato? Hoy no me fío. Mañana en la mañanita* tampoco. El minuto parece una eternidad, cuando por contestadora automática le atiende: bienvenido al sistema automatizado… For English, press 1. Si conoce el número de extensión, deje un recadito, porque el funcionario “ya vuelve”. Si quiere ubicarlo tomando su cafecito* en la soda, marque siete. Al digital cero la vocesita masomenillos agradable contesta: Ahorita le atendemos; es que se cayó el sistema. Con el nueve: se le pasó el tiempo….
El tiempo bateo-lógico es inconstante; el otro es mudo y no cambia. Dejándolo a uno en espera y no siempre tan dulcerita esperanza, la actitud del vivillo también es ubérrima y universal. El léxico, no es que se adapta, lo adoptan y adaptan a beneficio propio y, por supuesto, a costa y por costo del otro. Ahora en Tiquicia, para esos benditos numeritos a sacar con tal de ser atendido, lo atiende una maquinita muerta de risa. O con sonrisilla servil la ayuda un funcionario, imaginando que uno es minus-válido mental*. ¿Para cuándo el método KISS: keep it simple, stupid?
En casita, en la calle, el chiquillo ahora me pide un chancecito (yo que no creo en chances) o poco menos que me requiere un tirito (y yo, tiritando). Sin puertita de por medio me ordena “un toque” o viene con aquel “suave” que no tiene nada de táctil (y a veces expresa falta de tacto).
Por cierto, dentro de la perecilla y pobrecilla de mi interlocutor, nótese lo polivalente del uso: corre para una cantidad corta de tiempo (espéreme un toquecito mae), como para un pequeño espacio (córrase un toque para allá), además de otros usos (“quería bañarme un toquecillo”). En los tres casos, la palabreja entró como muletilla y, sacando al otro de casillas, se usa dentro del registro del “regáleme”*.
Maletita hispana heredada, cabe ver también detrás de eso, donde esperar es al mismo tiempo el wait y el hope del inglés.
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