Víctor Valembois. valembois@ice.co.cr
Todavía no entiendo cómo este nórdico, nacido en Flandes, Bélgica, aterrizó en el puro trópico… Ese, mi “curriculum vitae” en latín, que estudié más de seis años, junto con el griego, simplemente significa “camino”, senderillo de vida: la mía. Por cierto, de entrada, con la misa y clases, esas lenguas clásicas, nos daban una perspectiva más global de vivencia, encima del localismo exagerado que observo vivir en mi entorno.
Vaya caminos, autopistas y trochas recorridas, literalmente por estudios… duros, serios, nada de pacotilla. Nos forjaron una mentalidad de aprendizaje permanente y con los ojos abiertos al mundo europeo, primero y mundial, después.
Aquí, viviendo ahora cerca de un colegio de bastante buena fama, observo a los muchachos acercándose con un bulto pesado, lleno de bonitos manuales, muy visuales; a nosotros nos servían menos colorido explícito, menos imagen y más palabras, las cuales estimulaban desde dentro de la imaginación.
Nuestro observar era más abstracto, interno, menos impositivo desde fuera (la televisión, e cine). Nos forjaron una mente que implicaba intuir, que es ver, construir desde dentro; no quedar con la cáscara, muchas veces hasta las apariencias. Ahora, perdón por ser franco siempre: ser – parecer y hasta aparecer… se vuelven sinónimos.
Mi ventaja, al nacer en esta esquinita de Bélgica, aun más chica que Costa Rica, es que por circunstancias históricas ese pañuelito de país tiene, nada menos, tres idiomas nacionales: siendo el principal lo que ustedes llaman “holandés”, pero que en buena ley es el “neerlandés”, idioma más bien de corte germánico, cerquita al alemán. Es mi idioma materno, literalmente… pero por un matrimonio mixto, con un padre francófono, me enorgullece tener y practicar con fluidez un idioma “paterno”.
Después vinieron estudios superiores en la Universidad de Lovaina, en mi caso una especialización en lenguas romances: las que provienen de Roma. Híjole… de entrada se le quita a uno el complejo del ombligo como observo por aquí. Mi universidad merecía el nombre de “universal”, con claro sello cosmopolita. Había estudiantes de todo el mundo.
Por gusto propio, abrí además la ventana hacia el español, su literatura y su visión de mundo. Hasta en lo geográfico España es una esquina de Europa, pero impregnada de contactos con ese continente americano no anglosajón, sino latino: aquello, lo hice mío.
Nada fácil, les juro, el idioma español, aunque lo es para ustedes que lo chuparon desde la teta de su mamá y en la calle. Pero me tiré a la piscina y… aprendí a nadar. Ah… ahora sí viene lo romántico: vaya, vaya, por un piropo de un insolente profesor… me fijé en una damisela chilena… de un país angosto… pero largo, larguísimo como un fideo.
Se le terminó la beca y… seguimos por ocho meses, a punta de cartitas para arriba y para abajo, nada de teléfonos fijos ni menos el mar maravilloso del WhatsApp… con mis propios recursos y sin ninguna perspectiva laboral… decidí cruzar el enorme Océano Atlántico: ¡trascendental cambio, duro, pero del que nunca me arrepentiré!
Empecé con inestabilidad profesional y un muy escuálido sueldo mensual… Pero seguí remando hasta anclarme con ese, literalmente Nuevo Mundo y… saltando comodidades y complejo del ombligo… con Neruda exclamo: “confieso que he vivido”, ¡cómo no!
Me zambullí en las aguas profundas de otro continente, un clima meteorológico y humano muy diferentes y hasta divergentes con el mundo en que me había criado… también sufrí… como ese “Multatuli” (sufrí mucho, seudónimo del autor preferido en mi lengua: Eduard Douwes Dekker. En una de mis múltiples publicaciones, lo comparé con nuestro Calufa.
Luché contra prejuicios, chovinismo y mediocridad peor que la lepra, ¡y sobreviví! Pero fue a raíz del cruento golpe militar, fascista además, por el que, como extranjero con barbilla yo, con ella, porteña, nada de Puntarenas sino de Valparaíso, decidimos buscar nuevos horizontes libertarios. Llegamos “con una mano atrás y otra adelante”.
Costa Rica fue la escogida, en parte por amigos de ella, en Madrid, en parte por una característica que me llamó la atención: ¡un país sin odiosas fuerzas militares! Desde antes me había negado a escuchar esos cantos de sirena de las armas. ¡Fuera ejércitos, adelante ejercicios!
Por aquí me sigo anclando, desde hace medio siglo casi, con mi vocación como en la canción: “no soy de aquí ni soy de allá…” (pero ya tengo edad…). Sigo en mi trillo de lectura y escritura múltiple, formándome… y si mi labor de paso sirve a otros, mejor.
Si bien ando con cédula iniciando en “8”, por naturalización, por estudios, por vocación libertaria, me declaro ciudadano del mundo, cosmopolita.
Comentarios