Víctor Valembois. Escritor y Catedrático universitario.
Un momentito: roco sos vos; oiga, tampoco me refiero ni a Rockefeller ni al rock and roll. Quiero platicar seriamente -bueno, maomenos– sobre tres cosillas: 1. San Roque, el santo contra la peste; 2. Mi bautizo hace un chorro de décadas en templo católica de ese nombre y, mamma mia: 3. ¿Sacrilegio? En Bélgica acaban de vender esa iglesia. Avatares todos, lo que en corto y cortante refiere a vicisitud y transformación.
Vamos primero con el pobre ese de San Roque, que al parecer nació cerca de Montpellier, en el sur de Francia. Murió hace su ratillo, pero su evocación viene de perlas, precisamente ahora porque a ese pobre le colgaron el sambenito de protector contra la peste, que tampoco faltó “in illo tempore”, en aquellos tiempos: siglo XIV. Tras la muerte de sus padres, ese Roque empezó a rondar…. En una vida como peregrino, mientras procuraba ayudar donde viera enfermos y plagas (se parece un poco al Damian, que tan bonito canta Salomón de la Selva: ¡de mi tierra ir a cuidar leprosos en Hawai!) Pero, allí está el detalle: Roque tenía una extraña cédula de identidad: en un muslo crecía una cruz…
Pasó tres años en Roma y al regreso, afectado por la peste, se retiró en un bosque, donde con constancia canina, cómo no, el perro del propietario iba a dejarle algún mendrugo. Al final, el Rochus aquel (me gusta su nombre en latín) se curó de la plaga y continuó para casa, a pata como se llama. Pero sigue la telenovela: a falta de esa caja idiotizante entonces a la gente les metían cada historia dizque didáctica, en realidad de puro miedo. No reconocer en un peregrino a un propio parroquiano de su región constituye un tópico harto explotado en la literatura medieval. Salió de allí errando, pero para caer preso. Luego murió. Según una versión, fue identificado a pesar de todo, porque su abuela lo reconoció por la llamativa mancha de vino en forma de cruz en su pierna izquierda … Por eso, en las estatuas y pinturas que se le dedicaban, medio exhibicionista iba, de ese lado. Total, como dicen los italianos: “si non e vero e ben trovato”. Para algo sirvió ese cuento.
Ese culto a San Roque se propagó por todas partes. Entiendo que por El Viejo, en Chinandega, Nicaragua, va esa procesión y… cualquier excusa es buena para celebrar durante semanas… Allí, todo el mes de agosto va dedicado a San Roque: con carretas, palmas, “pitadas” y “motetes”. Y dale con el baile al santo. Por supuesto, mano: al sur del San Juan, pues también: me dicen que por Heredia (¿a media calle, el santo?) y también en Grecia, la de Alajuela, sin ir hasta Europa…
Y paso al segundo punto, totalmente intrascendente, pero que resulta un eslabón con lo anterior: hace un chorro de décadas, en Flandes, fui bautizado en mi parroquia, pues de casualidad: dedicada a San Roque…. ¡Una iglesia sin visos de catedral, pero más o menos grande! Neogótica, levantada entre 1863 y 1875 (gracias, Google, por la info). Ah, pero decentita la comunidad de ese barrio, y con una iglesia como Dios manda: ese lugar de encuentro dominical se inscribió como patrimonio artístico local. Perdonen, pero ni por WhatsApp logré entrevistar a nadie que me confirmara por qué la dedicaron a San Roque.
Ahora viene la parte si no triste, medio nostálgica… Pues ese lindo edificio, qué digo, monumento comunal, lo acaban de vender… ¡Así como lo oyen! Para ello, primero hubo que “de-sacralizarla”, la iglesia, quitarle el consabido olor a santidad: declarar que allí, perdonen fieles parroquianos, pues no se va a celebrar ya nada: ni misa ni matrimonio, ni bautizo (¡me salvé yo!), ni primera comunión ni entierro (bueno, eso último puede esperar). Segundo, que como esos ladrillos hermosos, esos vitrales preciosos y un púlpito tallado, todo sigue en el inventario de bienes inmuebles. La regla ¿sagrada o sacrílega? estipula que se puede traspasar de dueño, pero nada de ir modificando en lo fundamental ni la estructura por fuera ni por dentro, en lo artístico: que todo quede quedito, como está. ¿Van a creer, aquí en esta todavía medio beata Costa Rica, que eso sea posible por estos lares en un futuro próximo?
¿Entonces? ¿Para qué diantres compran ese tipo de espacio, si no lo puede arrasar para un supermercado, un salón de baile o algo, con parqueo y todo? Pagaron 250.000 euros, contantes y sonantes…. y no hay problema. Por lo menos en mi tierra, Bélgica, rigen esas reglas. Yo sé de estructuras eclesiásticas, como en Malinas, entre otros, que, salvaguardando la bella arquitectura por dentro y por fuera, adquieren nueva vida como biblioteca, hotel u hogar de ancianos….
¿Yo? Fuera de cachondeo, me quedo algo triste, con el estómago torcido: la des-cristianización de Europa va, y al galope. Y eso, señores, ni más ni menos es lo que se condensa en una linda imagen en inglés: “don’t throw the baby out with the bathwater“, es decir: de acuerdo, 00
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